Serie

Mrs. Davis

Tara Hernandez y Damon Lindelof(miniserie, HBO Max)
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Desde la aparición de un oso polar en plena jungla en uno de los episodios iniciales de la primera temporada de “Perdidos”, la obra de Damon Lindelof –creador, junto a J. J. Abrams y Jeffrey Lieber, de dicha serie de culto y uno de sus guionistas principales a lo largo de seis temporadas, entre 2004 y 2010– se ha caracterizado, entre otras cosas, por una juguetona inclinación natural a la más absoluta implausibilidad. Esta tendencia del creador de “Watchmen” (2019) o de “The Leftovers” (2014-2017) a quebrar la lógica del relato con giros inesperados y situaciones improbables parece responder a un objetivo primordial que no está muy lejos del que tiene cualquier mago: maravillar al público, capturar su atención, generar en él una sensación tal de asombro que sea incapaz de apartar sus retinas y despegar sus sentidos de la historia narrada. El trasfondo político –la violencia y el odio raciales, sistémicos, de la sociedad y la historia norteamericanas en “Watchmen”– y las elaboradas reflexiones filosóficas sobre temas como el duelo, la culpa o la finitud de la existencia humana –en “The Leftovers”– que nutren la mayoría de sus creaciones nos pueden hacer olvidar, en ocasiones, que Lindelof es, ante todo, un escritor-mago comprometido con ese efecto de maravilla, esa vertiginosa inmersión en lo desconocido, que solo (o sobre todo) el género fantástico y sus numerosas variantes (la ciencia ficción, el terror, la fantasía heroica, etc.) puede provocar en los espectadores.

El mayor hándicap de “Mrs. Davis” (2023), la serie más estrafalaria, impredecible y, por tanto, libre que se ha estrenado hasta el momento en 2023, es la comparación (odiosa) con la ficción serial inmediatamente anterior creada por Lindelof: “Watchmen”. Es difícil estar a la altura de una obra que, contra todo pronóstico, conseguía con éxito expandir y actualizar, en sus propios términos, el universo creado por Alan Moore en la monumental, inapelable, novela gráfica original. Es prácticamente imposible repetir un episodio con el nivel de sofisticación narrativo y formal de “This Extraordinary Being”; o crear un personaje central tan carismático como Angela Abar-Sister Night (Regina King, enorme); o, en definitiva, concebir una ficción que estaba en tan insólita sintonía con los tenebrosos tiempos que corrían (que corren) que incluso llegó a predecir, de forma escalofriante, ciertos acontecimientos.

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Algunos de los elementos que caracterizaban “Watchmen” están presentes también en “Mrs. Davis”, serie originalísima que, al contrario de la anterior, no parte de ninguna obra previa: la protagonista, la hermana Simone-Elizabeth –una emocionante Betty Gilpin, que ya había brillado en “GLOW” (Liz Flahive y Carly Mensch, 2017-2019) y que coincidió con Lindelof en “La caza” (2020), alegoría terrorífica dirigida por Craig Zobel–, es otro poderoso personaje femenino cuyo hábito de monja podría recordar, salvando las distancias, al monacal traje superheroico de Sister Night. Por otro lado, Lindelof y la cocreadora y showrunner de la serie, Tara Hernandez –guionista de “The Big Bang Theory” (Chuck Lorre y Bill Prady, 2007-2019) y “El joven Sheldon” (Chuck Lorre y Steven Molaro, 2017-), lo que explica el humor absurdo y descacharrante del que hace gala “Mrs. Davis”, inusual en las obras precedentes del autor de “Perdidos”–, no podrían haber elegido una villana más acorde a nuestra época que Mrs. Davis, una superpoderosa inteligencia artificial –idea que se repite en la última entrega de la saga “Misión: imposible. Sentencia mortal - Parte 1”, pero que ya estaba en la magnífica “Los Mitchell contra las máquinas” (Michael Rianda, 2021)– que ha convertido el mundo en un lugar mejor a costa de transformar a la humanidad en seres absolutamente dependientes de la tecnología.

La originalidad es el punto fuerte de esta distopía de ciencia ficción con elementos bíblico-mitológicos que combina, de forma vertiginosa y sin prejuicios, a una monja con daddy issues que busca el Santo Grial con el objetivo de destruirlo y de desconectar a Mrs. Davis para siempre; a un cowboy en conflicto con su propia masculinidad que lidera una resistencia supuestamente secreta conformada por incels patéticos adictos a todo tipo de cachivaches tecnológicos; a una hermandad clandestina de mujeres que guardan, desde tiempos inmemoriales, un “activo” de valor incalculable y que deciden darlo a conocer rodando un ridículo anuncio de zapatillas deportivas; a un sacerdote que tiene preso, en las catacumbas del Vaticano, al auténtico Papa, sustituido públicamente por su döppelganger; a un científico que se llama Schrödinger –y que, evidentemente, tiene un gato– atrapado por su propia voluntad en una isla en mitad el océano; o a un Jesucristo sexi que cocina y sirve deliciosos falafeles tras la barra de un restaurante situado en un limbo entre el Cielo y la Tierra.

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Esta misma originalidad es, también, la que juega en ocasiones en su contra: si en “Watchmen” el universo y los personajes creados por Alan Moore servían como marco familiar, conocido, a partir del cual se desplegaba una historia única, en “Mrs. Davis” los giros insólitos de guion y la acumulación de personajes y situaciones excéntricas se llevan a cabo sin la red tranquilizadora de un contexto narrativo previo. Esto puede llegar a provocar en los espectadores una sensación de vértigo, de vacío abriéndose bajo sus pies no muy distinta a la experimentada en las últimas temporadas de “Perdidos”, con la dificultad añadida de la obligada condensación temporal: “Mrs. Davis” no es una serie de seis temporadas, sino una miniserie que, en ocho episodios, tiene que desplegar y desvelar los misterios que subyacen en su interior.

Sin embargo, no sería justo criticar por implausible, digresiva o desconcertante una serie que toma de forma muy consciente por bandera, justamente, la implausibilidad, la digresión y el desconcierto. “Mrs. Davis” es, con sus magos obsesionados por llevar a cabo el truco perfecto, sus caballos con chalecos de explosivos, sus grupúsculos nazis en busca (¡cómo no!) del Santo Grial, sus enloquecidos concursos medievales basados en el mito artúrico o sus recreaciones de pasajes de la Biblia –uno de los episodios recrea y actualiza la historia de Jonás y la ballena–, una defensa de un tipo de ficción popular, imperfecta, desequilibrada e impredecible frente a la homogeneidad, las plantillas narrativas y el efecto narcotizante del algoritmo. La última creación de Damon Lindelof y Tara Hernandez celebra, pues, el misterio de la magia (de la ficción, al fin y al cabo) frente a la certeza de la tecnología. O, dicho de otro modo: esta es una obra que demuestra que, pese a saber que toda ficción es mentira, que solo es un truco de magia, es nuestra capacidad de maravillarnos cada vez ante ella lo que nos convierte en profundamente humanos. ∎

Bienvenido sea el desconcierto de lo increíble.
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