Nuestro día / In Water

¿Existe una filosofía Hong Sangsoo? ¿Una manera de ver la vida –y el cine– que, siguiendo las diatribas del cineasta surcoreano, sea capaz de responder a nuestra imperiosa necesidad de ser felices? No cabe duda de que los acérrimos del director contestarán afirmativa y entusiásticamente a esta pregunta, pero los que todavía no tengan claras esa respuesta y otras alrededor del fervor que despierta el cine del prolífico cineasta quizá salgan convencidos tras la doble sesión Hong que llega a salas estos días, formada por “Nuestro día” (2023; estrenada el pasado viernes) e “In Water” (2023; se estrena hoy).

En el cine de Hong Sangsoo todo es tan cristalino que, incluso en una película ligeramente desenfocada como “In Water”, la vida y sus tesituras cotidianas están registradas como si fueran un vívido recuerdo de ayer. Liviano y diáfano, profundo y evocador, con cada nueva película que presenta –está a punto de estrenar en Locarno su 32º filme de ficción, “By The Stream” (2024), de nuevo con sus habituales Kim Min-hee y Kwon Hae-hyo–, el cineasta parece autoimponerse la misión de ir limando cada vez más su narrativa mínima, depurando líneas de diálogo y gestos hasta el punto de que, por momentos, sus películas se asemejan a un cuadro por el que ver los días pasar. Tal vez no haya nada tan placentero en la vida como ver crecer la hierba y Hong se ha convertido ya a estas alturas en un maestro en mostrárnoslo.

En “Nuestro día”, dos historias de sobremesa narradas en paralelo, pero en rima continua, nos hablan de la melancolía de los proyectos frustrados y del placer de las pequeñas cosas. En la primera, una actriz (Kim Min-hee) pasa unos días en casa de su amiga (Song Seon-mi). Ahí recibirá la visita de una joven que también quiere ser intérprete. En la segunda, un poeta (Ki Joo-Bong) que ha dejado de beber recibe la visita de una estudiante que está haciendo un documental sobre él y de otro joven admirador decidido a sonsacarle su visión del mundo y los secretos de su escritura.

Con sus similitudes y sus diferencias, ambas historias están moldeadas por esa ligera despreocupación de la que solo un gran cineasta es capaz. Por si no fuera suficiente, las dos historias no solo funcionan como espejo entre ellas, sino también podrían verse como historias paralelas de otras películas anteriores del surcoreano, de “El hotel a orillas del río” (2018), en la que Ki Joo-bong también interpretaba a un poeta mientras que Kim Min-hee y Song Seon-mi eran asimismo dos amigas que se reencontraban, a “La mujer que escapó” (2020), otra cinta en la que un gato acaparaba la atención de sus protagonistas, además de la del propio cineasta y la de los espectadores.

En “In Water” también resuenan otros ejercicios previos de la filmografía hongsangsooniana, y más concretamente “Introduction” (2021), aunque la conocida como “la película desenfocada de Hong Sangsoo” sea más que probablemente uno de sus filmes más audaces en términos plásticos. De nuevo bajo la premisa de una narrativa mínima –la película sigue a un joven cineasta, un operador de cámara y una actriz rodando un corto en la isla de Jeju–, a lo largo de poco más de una hora vemos, o tratamos de ver a través de ese velo de desenfoque, cómo este pequeño equipo se relaciona entre sí, con los lugareños y con los que están lejos, pero presentes en el recuerdo.

Más melancólica todavía que la otra película dada su condición de radical pieza de cámara, en “In Water” la despreocupación narrativa se transforma casi en una abstracción, en un inesperado concepto que nos habla sobre la búsqueda de una imagen, de unas figuras, su contorno y su lugar en el espacio. Al surcoreano, como les pasaba a los maestros impresionistas, solo le hacen falta cuatro pinceladas de luz para cautivarnos. Sin aspavientos ni empresas mayúsculas. Quizá ahí radique la verdadera idea de felicidad, al menos para Hong, en la idea de seguir filmando sin preocuparse demasiado en si se consigue ser o no un cineasta. ∎