Desde las entrañas. Foto: Sergi Paramès
Desde las entrañas. Foto: Sergi Paramès

Entrevista

Paula Bonet: espeleología emocional de un trazo y otras historias reales

La pintora y escritora charla con Rockdelux sobre su trayectoria y su primera gran exposición: “La anguila. La carne como pintura y la pintura como espejo”, que puede visitarse en la Fundació Vila Casas de Barcelona hasta el 19 de enero. Esta artista multidisciplinar es fundadora del taller La Madriguera: un lugar en el que el concepto de mujer-artista se liga íntimamente con el de mujer-casa para recordarnos que una voz propia es necesaria y que un hogar, albergado en cuerpo y espíritu, es posible.

Paula Bonet (Vila-Real, 1980), hoy, ya no es la misma que en 2010. Este hecho obvio no lo es tanto para aquellos que han convertido su vida en una cadeneta de rutinas, inmovilismo y falsas creencias anticuadas. Bonet nunca fue, solamente, la ilustradora de las chicas tristes con cabellos frondosos. Tampoco la artista maldita que diluía su sonrisa en el mismo agua en que lo hacían sus acuarelas. La Bonet es fuerte y tiene presencia; el cabello terracota y la boca carmesí. Altura. Sus ojos son filigranas de turmalina y analizan la realidad como el escáner 3D más preciso del mercado. Suele ir salpicada con motitas de pintura en sus prendas y en su piel. Y cuando habla, suele recomendar libros (¡muchos!) con pasión.

La Madriguera es un taller de producción y didáctica; también sala de exposiciones y punto de encuentro para artistas, escritoras y creadoras de diversa índole. En este espacio, Bonet ha conseguido crear una suerte de refugio en el que el aroma a aguarrás es la fragancia que recuerda que estamos en el territorio de la pintura, en la guarida de una pintora; en un lugar seguro.

En una cálida tarde, con el cielo de color lavanda, Rockdelux se cita en el taller de la pintora para hablar de su trayectoria y de su primera gran exposición: “La anguila. La carne como pintura y la pintura como espejo”, instalada en la Fundació Vila Casas de Barcelona) hasta el 19 de enero.

A sus 43 años, esta mujer multidisciplinar también es escritora. En 2016 publicó “La sed” (Lunwerg) y en 2018 “Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión” (Literatura Random House). Tres años después, “La anguila” (Anagrama), y en 2022 “Los diarios de la anguila” (Anagrama). La anguila ya es, por derecho propio, el primer gran proyecto de la creadora con el que ha construido un hiato entre aquella joven artista que facturaba ilustraciones siendo complaciente con el sistema y la pintora madura que ha convertido cada uno de sus trazos en una suerte de espeleología emocional con la que remueve, drena y sana.

De la serie “La herencia” (2022). Foto: Xavi Padrós
De la serie “La herencia” (2022). Foto: Xavi Padrós

Hablando conmigo misma

Pero ¿qué opiniones le provocan a la pintora sus propias obras? “Me hace reflexionar sobre el sujeto que crea, el sujeto que decide mostrar y el sujeto que construye la narrativa de cómo mostrar la obra al público. He visitado la exposición muy pocas veces; la primera fue durante el montaje, la segunda fue en la inauguración y las otras dos han sido en visitas guiadas. Me he interpelado de un modo diferente, con lo que mi reflexión me ha llevado a sitios muy dispares”, comenta desde el saloncito de su taller ataviada con un mono azul klein con vestigios de pintura blanca. ¿Y qué pasa con el diálogo entre la artista y su obra? ¿Los óleos le devuelven mensajes a quien los creó? Sí. Se anticipan a todo y me han dado las respuestas. Habitualmente tu obra va por delante de ti, pero eso lo ves con el paso del tiempo”, comenta.

“Yo no me siento una artista tan pública. Tengo mi intimidad muy bien guardada y aunque la use para construir un libro o una exposición, la estoy usando para construir esa otra realidad. No es mi intimidad, no es confesional, no es un diario”

Para la escritora, “La anguila” –en soporte literario y plástico– también ha sido un gran viaje con pasajes tenebristas, esclarecedores, viscerales, incómodos y reales. Todos necesarios. En este personalísimo trayecto –en forma de dos exposiciones y dos libros–, Bonet ha salido al encuentro de más feminismo, más existencialismo, las perspectivas de la maternación y la falsa idea de la realización femenina a través del engendramiento. Materias que afronta a cara descubierta, sin remilgos y a su aire: “Yo no me siento una artista tan pública. Tengo mi intimidad muy bien guardada y aunque la use para construir un libro o una exposición, la estoy usando para construir esa otra realidad. No es mi intimidad, no es confesional, no es un diario”, confirma rotunda.

Después de todo lo vivido, aunque exista una definición normativa, cabe preguntar qué significa para Paula Bonet la palabra “concepción”: “En mi vida ha tenido mucho más peso ese término manoseado y sucio que me arrastra, corriendo, a mi infancia entre claustros, colegios de monjas y familias extremadamente cristianas. Pero también he pensado en otro término, muy bello, que tiene relación con el acto artístico. He pensado en una matriz de grabado, en una plancha de metal, en una plancha de madera, en una piedra. En cualquier superficie sobre la que yo pueda construir algo que luego pueda estampar y seriar”, afirma con complicidad.

Comunidad emocional. Foto: Sergi Paramès
Comunidad emocional. Foto: Sergi Paramès

El camino de La anguila

La artista, además, se ha ocupado de recordar en cada entrevista de promoción de “La anguila” que, generalmente, el lugar en el que le posiciona lo mediático poco o nada tiene que ver con su realidad: “En esta exposición me permito pintar con libertad y con placer, que es algo que no me permití hacer en la primera anguila porque tenía miedo”. Se refiere a la instalación en 2021, en La Nau de Valencia; allí Bonet hizo una primera exposición bajo el nombre del citado anfibio que se llamó La AnguilaEsto es un cuadro, no una opinión”Yo pensaba que no lo tenía y que lo que estaba haciendo era cuidar mucho las formas”, comenta recién llegada de un viaje a Japón con Viatges Acompanyats, la agencia de viajes con que organiza experiencias para las ratonas (así llama Bonet a las mujeres que participan en los contenidos promovidos por La Madriguera, tanto dentro como fuera del taller). Y continúa: “Quien quiera acercarse a mi obra, que se acerque; y quien no quiera acercarse, que no se acerque. Ni me justifico ni quiero demostrar nada a nadie. Mi compromiso es con mi trabajo”.

“Quien quiera acercarse a mi obra, que se acerque; y quien no quiera acercarse, que no se acerque. Ni me justifico ni quiero demostrar nada a nadie. Mi compromiso es con mi trabajo”

Detengámonos un momento en la conversación. Pensemos en la anguila y en sus particularidades, ya que existen 21 especies distintas. Todas tienen en común su hábitat en agua dulce y su procreación en agua salada. Pero solo hay una, la anguila eléctrica, que es capaz de descargar hasta 850 voltios para defenderse de ataques externos.

Quizá este proceso animal se asemeja al viaje creativo y visceral de Bonet en este proyecto; ella ha convertido su primera gran exposición en una suerte de mascletá en la que comparte su energía y su discurso para corroborar que, aunque sigan ahí, las heridas ya han cicatrizado y no hay mejor manera de celebrarlo que cerrando el ciclo en formato expositivo. Bonet lo hace de manera vibrante y desprejuiciada; corrompe algunas técnicas pictóricas en favor de su discurso disruptivo basado en temas reconocibles como la estética femenina, la imagen que devuelve el espejo o la confusión vital generada por la lucha entre sentirse obligada a ser complaciente con los otros versus escuchar el monólogo interior basado en la autoconfianza. ∎

Paula y otras historias reales

La construcción de la carrera artística no es algo que solo se consiga con el paso del tiempo. Los territorios por los que transita y habita una artista constituyen una órbita de referencias e inspiraciones. En la vida y el arte de la Bonet se pueden identificar un puñado de ellos.


  • La ilustración: el formato con que adquirió notoriedad pública:
    “Lo que más me ha dolido los años en los que no podía pintar era justamente no poder pintar. Cuando decidí venirme a Barcelona no tenía un espacio, y una pintora necesita espacio para pintar y para almacenar. ¿Cómo lo resolví? Pues dibujando, reduciendo mi lugar de trabajo a una mesa, usando papel en lugar de tela; acuarelas, acrílicos… En esos años creo que parte de mi incomodidad, de mi tristeza, era que no podía pintar. Cuando mi obra se hizo conocida, entendí lo peligroso que es que llegue a ojos de tantas personas. Puedes caer en el error de querer ser complaciente y querer alimentar eso para seguir en la rueda. A mí eso me puso muy alerta y me dije ‘qué suerte he tenido que eso haya pasado con unos dibujos que he hecho medio en broma y que no ha pasado con mi pintura’, porque mi pintura sigue en un lugar seguro. Y ahí es donde quiero que esté’”.

  • El nacimiento de La Madriguera y su propósito existencial
    “La Madriguera se construye sobre la idea de crear el espacio que me habría gustado habitar cuando tenía 20 años: sin manipulación, sin sexualización y reconociendo la autoría a las mujeres aunque sean jóvenes. Aquí no hay ninguna luz de gas y todas las cartas están sobre la mesa. Gran parte de lo que hay en este espacio es mi vida: está mi biblioteca, la primera estantería que me hizo mi abuelo; estas mesas que ha construido mi padre; bueno, casi todo lo hemos construido juntos. Ya sé que una autora no se puede construir a través de consejos de otra, pero sé que algo puedo aportar. Y así nace también este empeño mío en que no muera y que cada vez sea más grande”.

  • La admiración por Roser Bru
    A Roser Bru (1923-2021) la conoció hace 20 años en Chile y la ha homenajeado bautizando con su nombre la beca de La Madriguera. Bonet siempre ha reivindicado a Bru como una artista necesaria porque fue valiente para hablar de la violencia y los acosos a la mujer mientras generaba rayos de luz alrededor de la censura masculina y la limitación patriarcal. Una exposición retrospectiva en el Museu d’Art de Girona –que debería de haberse inaugurado en 2023 con motivo del centenario de su nacimiento– homenajea a la artista barcelonesa hasta el próximo marzo de 2025, pero entre enero y febrero 2025 tanto la obra de Bonet como de las nueve ratonas de la residencia 2024 de La Madriguera conviven temporalmente con la muestra.

  • En el oficio de pintora solo importa ser pintora
    “Hace dos años estaba en la embajada de España en Chile con las hijas de Roser Bru y estábamos viendo cómo acelerar el proceso para que se pudiera exponer su obra aquí. Una de las hijas de Roser hizo un comentario como echándome en cara que su madre no se preocupó por estas cosas del negocio. Ella pintaba, pintaba, pintaba, me comentó. Y le dije ‘estás hablando con una mujer que es como tu madre’. Yo tampoco me preocupo de esas cosas. Yo no pinto para gustar ni pinto para vender. Eso no quiere decir que si vendo un cuadro me alegraré enormemente, porque estaré mucho más tranquila económicamente. Pero si yo pintara para vender, no sería pintora”.

  • Su idilio con Chile y la voz propia
    “La primera vez que viajé a Chile tenía 20 años. Hace dos, conseguí llevarme a siete ratonas becadas para que trabajasen tres semanas en Taller 99, el estudio de Roser Bru. Yo quería que esas mujeres vieran mi Chile y poder reconocer que te expondrán o no te expondrán, se te respetará o no; pero cuando tú sabes que eres autora y es bueno lo que están haciendo, lo sabes”.

  • La literatura
    “Siempre está en mi vida y, de vez en cuando, hay voces que se cuelan. Ahora estoy con ‘Daybook. Diario de una artista’, de la escultura estadounidense Anne Truitt, editado en castellano por Chai Editorial”.

  • El feminismo y la vida
    “Hemos entendido que no podemos construirnos sobre unos cimientos que no nos tienen en cuenta. Tenemos que destruir esos cimientos que ya existen y construir unos nuevos porque este es un momento de mucho poder femenino”. ∎
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