Inmersión popular en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo
Inmersión popular en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo

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“popular”: Niño de Elche y la música del arte popular en el IVAM valenciano

La muestra “popular”, comisariada por Pedro G. Romero, que puede visitarse hasta el próximo 14 de abril, cuenta con quince composiciones hechas exprofeso por Niño de Elche en torno a piezas de artistas como Valie Export, Quique Company o Helios Gómez.

Lo popular y lo elitista no tienen por qué ser ideas contrapuestas. Y lo popular tampoco debe ser sinónimo de vulgar. En absoluto. Es más, lo popular permea a través de todas y cada una de nuestras manifestaciones culturales y la vanguardia debe –o debería– alimentarse de todo aquello que emana del pueblo. Es algo que sabe muy bien Francisco Contreras Molina, Niño de Elche (Elche, 1985), porque lo ha demostrado con creces a lo largo de una actividad creativa sin apenas parangón, desde el conocimiento de la tradición y su renovación por el filtro de la heterodoxia formal, brindando una discografía y un abanico de propuestas escénicas sin precedentes que empieza ya a rozar lo inabarcable. Con el flamenco como punto de partida, el artista lleva más de una década multiplicando su inagotable producción entre el cante, las grabaciones, las performances, la poesía, la danza y cualquier estímulo audiovisual al que pueda conferir su particular pellizco, su intransferible visión de la vida y el arte.

Uno de sus últimos empeños ha sido poner música, en colaboración con el músico Xisco Rojo (Salamanca, 1980), a “popular”, la exposición que hasta el próximo 14 de abril (la elección de la fecha no parece casual) puede visitarse en el IVAM, el Institut Valencià d’Art Modern, ubicado en el centro histórico de la capital valenciana, y que cuenta con el comisariado del artista, editor e investigador Pedro G. Romero (Aracena, 1964), quien acumula ya un amplio currículo de colaboraciones con músicos de renombre, investigadores y oxigenadores a su modo de las raíces (Perrate, Los Planetas, Rocío Márquez o Rosalía), y que es quien se ha encargado de seleccionar 1500 piezas de 300 artistas, entre quienes se encuentran Josep Renau, Pablo Picasso, Andy Warhol, Joan Miró, Man Ray, Marcel Duchamp, Esther Ferrer, Cindy Sherman o Varvara Stepanova, entre muchos otros. El cometido de Niño de Elche ha sido componer quince temas inspirados en algunas de ellas, que el visitante puede escuchar a lo largo del recorrido de la muestra a través de un código QR.

Cartelería de revuelta. Foto: Miguel Lorenzo
Cartelería de revuelta. Foto: Miguel Lorenzo

La voz de los desposeídos

“Lo popular es una forma de imaginación, a menudo palabras, imágenes y cosas, que se producen mediante gestos, acciones y fiestas. Lo popular tiene una naturaleza performativa”, aclaró Pedro G. Romero –una de las firmas invitadas de Rockdelux– durante la presentación de la exposición, el pasado mes de octubre, culminando el trabajo de un encargo que le fue encomendado en 2020. Romero asume que una de las grandes cuestiones de nuestro presente es desentrañar las nociones de “pueblo, popular, populacho y populismo, entre los populismos varios y la cultura de masas”, y por eso la muestra se alimenta del cartelismo para las clases trabajadoras que plasmaron Josep Renau o Alexander Rodchenko, de las vanguardias de los años veinte y treinta, del art pop de las décadas de los sesenta y setenta, de las imágenes para calendarios de Alberto Corazón –tan significativas en cuanto a género, porque cuestionaban la cosificación femenina durante aquella transición en la que estaba plenamente asumida– y hasta de las experiencias de Henri Michaux bajo los efectos de la mescalina o el trabajo que las valencianas María Jesús González y Patricia Gómez llevaron a cabo en un antiguo hospital psiquiátrico.

También se nutre de muestras del imaginario del mundo árabe (Anna Boghiguian o Marta Sentís), del de los creadores afrodescendientes (Kara Walker, Zanele Muholi) o del de los artistas gitanos (Helios Gómez, Moholy-Nagy), ya que “en el imaginario afrodescendiente, la esclavitud está en el origen de todas las músicas populares, como el rock’n’roll, el tango, la música latina y hasta el flamenco”. Un amplísimo arco temporal y temático, de más de un siglo, que pone también el foco en los colectivos desposeídos como conformadores esenciales de lo popular en nuestras sociedades. En esta exposición “están los que apenas hablan y los mudos, los que no tienen voz”, dice Pedro G. Romero. Hay un inequívoco talante de visibilización de lo que entonces eran comunidades minorizadas desde las élites, mediática y culturalmente oscurecidas aunque su aportación fuera clave.

Arte sin fin. Foto: Miguel Lorenzo
Arte sin fin. Foto: Miguel Lorenzo

Tres patas musicales

El recorrido sonoro de la muestra cuenta con 45 piezas musicales, divididas en tres bloques de quince. Entre ellas, las quince composiciones originales compuestas por Niño de Elche, otras quince compuestas por Jaroslav Jezek a partir de las partituras ilustradas del arquitecto checo František Zelenka y otra serie de piezas seleccionadas por Pedro G. Romero.

Niño de Elche, quien ya puso música a muestras del Museo de Bellas Artes de Asturias o Reina Sofía de Madrid, aquí se encarga de traducir a sonidos la pieza “Primer Mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas”, de Josep Renau (acompañado, ojo, por la batería de Eric Jiménez, además de la guitarra de Xisco Rojo), el emblemático cartel del club ACTV firmado por Quique Company (esencial para entender la riqueza visual y gráfica de la mal llamada “ruta del bakalao” y su circuito de discotecas) y otras obras de Zanele Muholi, Juan Hidalgo, Paul Strand, Helios Gómez o Valie Export, autora de aquel tatuaje que lució con orgullo Rosalía algunas décadas después de que ella misma lo hiciera.

Como recuerdan desde el IVAM, “Agustín García Calvo decía que lo popular en una canción se mide en las posibilidades que tiene de tararearse mientras te das una ducha, ya sea con la música electrónica de baile, el spoken word, las músicas de la diáspora latina o el flamenco”, y es por eso que Niño de Elche “ha intentado conectar algunas de las piezas de la Colección del IVAM con la forma posible de ser cantadas, o sea, tarareadas en la ducha”. Como cantaban los dublineses A House hace más de tres décadas, arte sin fin en un tiempo sin fin. ∎

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