Película

Presunción de inocencia

Daniel Auteuil

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Hacía siete años que el actor, director y guionista francés Daniel Auteuil no regresaba a las salas de cine con un proyecto propio, después de la comedia romántica “Enamorado de mi mujer” (2018). Para su nueva adaptación como director y protagonista, “Presunción de inocencia” (en francés, “Le fil”, 2024; se estrena hoy), el intérprete de “Caché (Escondido)” (Michael Haneke, 2005) ha cambiado por completo de género, virando hacia un oscuro thriller judicial basado en un caso real de violencia machista y narrado en un relato del abogado y bloguero Jean-Yves Moyart.

Su coprotagonista, ya no tan “enamorado de su mujer”, es el cabeza de familia Nicolas Milik (Grégory Gadebois), quien en enero de 2017 es detenido como principal sospechoso del asesinato de su esposa. Desde el comienzo, Milik reconoce que su matrimonio no pasaba por el mejor momento, pero de ahí a deshacerse de ella hay una diferencia, algo en lo que el abogado de oficio Jean Monier (Auteuil) decide creer fervientemente. Milik es retratado como un hombre sin mácula, arrastrado a un mundo perverso de leyes, abogados oportunistas y segundas intenciones, del que Monier, vistiendo la capa de salvador de las causas perdidas, desea salvar. Un reto complicado por el que el letrado no solo se enfrenta a la lacra de estar defendiendo a un posible asesino, sino del que además depende su integridad profesional, después de haber perdido su último caso, años atrás, y haber abandonado los tribunales por un tiempo.

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La presión sobre los hombros del Auteuil-cineasta, que firma el guion junto a Steven Mitz, y el Auteuil-personaje parece ser la misma: tanto uno como otro se emplean visiblemente a fondo para llevar a cabo su mejor obra, pero una ligera pérdida de contacto con la profesión podría haber oxidado su praxis. La película sigue al abogado en su desesperada lucha por defender lo indefendible. Un tópico que resulta de agradecer en un género de juicios en el que parece haberse visto ya de todo, especialmente en tiempos de devoción por el true crime. Si bien no quedan demasiado definidos los motivos que llevan a Monier a confiar a pies juntillas en su cliente, sí quedan claros sus dudosos métodos, así como su dilema personal, lo suficientemente potente como para mantener la atención en la trama. Su ambiente nocturno, pues casi toda la narración sucede entre despachos cerrados y reconstrucciones de la noche del suceso, y unos forzados insertos vinculados al mundo del toreo que casi no llegan a resolverse hasta su acto final, liquidan el listado de intrigas valorables en un película que, de por sí, no puede (ni parece que quiera) escapar de los convencionalismos.

“Presunción de inocencia” es una historia de perdedores que desea dialogar sobre la moral y la ambivalencia, pero también sobre el arrinconamiento al que se enfrentan abogado y acusado. Las sorpresas de sus últimos diez minutos son las verdaderas capotadas a una res ya cansada: harán las delicias de los amantes del género y cumplirán con la promesa de un espectáculo bien invertido. Pero en su conjunto, la obra luce como una narración relegada a los tropos comunes del cine y la televisión sensacionalista. Con ella, Auteuil demuestra saber cómo hacer una película de juicios, igual que Monier sabe cómo conmover a un jurado público. Ahora falta que tanto el uno como el otro vayan un paso más allá, y consigan salvar sus aportaciones del abismo insustancial. ∎

El veredicto.
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