Para la versión expandida de aquel proyecto (2014; Salamandra Graphic, 2015), McGuire ha usado como fuente su colección de fotos familiares. Las ha copiado, alternando el dibujo vectorial y el analógico, y las ha ido barajando, en insólitas anacronías, con instantáneas posibles del pasado y del porvenir. Sobre la imagen reiterada del rincón, reproducida a doble página, se despliegan series flotantes de viñetas inscritas que, a cada vuelta de hoja, configuran modos distintos de secuencialidad y afecto, guiados por una canción, una sinestesia o un
déjà vu. Un monumento a lo infraordinario y un homenaje a las formas de imaginar la temporalidad que concibió el siglo XX, y que se esfumaron con él: el álbum de familia y la máquina del tiempo. Y, asimismo, una propuesta de futuro:
“Que la fotografía sea”,
como intuyó John Berger,
“la profecía de una memoria social y política todavía por alcanzar”. ∎