Libro

Riku Onda

El asesinato de los AosawaSalamandra Black, 2025

Por un momento –o por muchos– el eje de los hechos, las esencias de los pensamientos pasan a tener un valor relativo; la enjundia de la narrativa es la duda. Aquello que se cree cierto no se puede demostrar. Tampoco lo contrario. Riku Onda (Miyagi,1964) se mueve detrás de los interrogantes y camina de puntillas ante determinadas verdades. “Avanza por el jardín mientras el sol se hunde en el horizonte, martirizada por el dolor de las balas de la luz que la acribillan desde el cielo”. Se cierra el libro o se continúa leyendo hasta el último sintagma. Los hechos acaecidos remiten al Japón de los años setenta, en la ficticia ciudad de K.

Para Riku Onda, “El asesinato de los Aosawa” (“Eugenia”, 2005; Salamandra Black, 2025; traducción del inglés de Ana Alcaina) es su primera incursión en el thriller. El título original hace referencia a una pieza del músico de jazz Michel Petrucciani (1962-1999). La acción queda suspendida, la escena del crimen deviene una siniestra distribución de volúmenes. Una sala engalanada para una celebración familiar sufre el crujido silencioso de la muerte. Cuerpos retorcidos en el suelo o desplomados sobre la mesa. El mobiliario derribado a lo largo del comedor. La cubertería y otros útiles desparramados por el lugar. La vajilla y la ornamentación hechas trizas. Diecisiete víctimas, de las cuales seis son niños. Todos envenenados.

Solo una silla permanece en su lugar, la reservada para una niña, Hisako, la pequeña de los Aosawa que, en un antiguo accidente, perdió la visión. Es uno de los sobrevivientes, pues ni ha comido ni ha ingerido líquido alguno. La fortuna le permite salir ilesa de semejante masacre. En el transcurso de las pesquisas, el mandadero que entregó las bebidas opta por suicidarse, dejando una nota en la que se declara culpable. Los hechos reflejan una experiencia contraria a una catarsis.

Una experiencia que cada uno llevará consigo, caso de los tres niños del vecindario que llegan tarde a la fiesta y alertarán a la policía. Uno de ellos, años después, Makiko Saiga, será la autora de “Festival olvidado”, un título que causó sensación, aunque el tiempo es más poderoso. El antiguo siniestro regresó al olvido. El expediente permanecía cerrado, pero el enigma continuaba intacto. La ficción se encarga de ahondar en el secreto mediante una prosa sólida y beligerante.

Se hace evidente que Riku Onda transforma el dilema de la habitación cerrada. El relato se somete al concepto de misterio shin honkaku, subgénero literario en que la aplicación de la lógica es el motor para resolver un enigma. La obra se desenvuelve mediante las descripciones de los implicados que basculan vacilantes, casi como marionetas, en el seno de una compleja estructura narrativa. El desconcierto prende en el lector. Este último parece un personaje más, enredado en las líneas combadas de las tramas.

Onda expande un rompecabezas en que convergen pasajes del libro indicado, junto a transcripciones de interrogatorios y testimonios diversos, relacionados con el caso. En el centro de este disímil discurso se encuentra un entrevistador del que nunca se revela su identidad. El laberinto de la naturaleza del mal frente a la memoria de la memoria. ∎

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