Serie

Sangre y dinero

Xavier Giannoli(miniserie, Filmin)
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“Sangre y dinero” (2023-2024) es la primera incursión (y creación) en el universo de las series del director de cine francés Xavier Giannoli, ganador del premio César 2022 a la mejor película y guión adaptado (de la obra Balzac) por “Las ilusiones perdidas” (2021). Se trata de una producción de Canal+ Francia y ha sido presentada como una de las grandes apuestas de esta temporada en Filmin (los seis primeros episodios se estrenaron el 30 de enero, y los seis restantes, el 26 de marzo). Y os anticipamos que tiene sus motivos: es de ejecución fina y consigue atrapar con sus múltiples quiebros.

En su filmografía previa, Giannoli ya acudía a escándalos que coparon titulares en los medios en “Crónica de una mentira” (2009) o “La aparición” (2018). La serie se basa en el libro homónimo de investigación de 2018 del periodista de Fabrice Arfi y existe una película con el mismo punto de partida –“Carbono” (Olivier Marchal, 2018)–, así como el documental “Los reyes de la estafa” (Guillaume Nicloux, 2021).

“Sangre y dinero” retrata una de las grandes estafas a la Hacienda francesa –más de 5000 millones de euros, a través del IVA– en la compra-venta de acciones en el mercado de cuotas de CO2. La historia transcurre a través de la exposición que hace el magistrado y director del Servicio Nacional Judicial de Aduanas Simon Weynachter (interpretado por Vincent Lindon, un habitual en la obra de Giannoli) siguiendo la pista de las andanzas y excesos de tres amigos judíos: el bróker de clase alta Jérôme Attias (Niels Schneider) y los tunecinos Fitoussi (Ramzy Bedia) y Bouli (David Ayala).

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La trama cuenta con un ritmo trepidante, y lo que empieza en desfalco y alegrías acaba en ajustes de cuentas y muertes turbias. El pulso y el tempo están en su justa medida. Queda de manifiesto la pantomima política y financiera en la sostenibilidad y la restitución ecológica, y la falta de regulación en los mercados de capitales en este capitalismo voraz. También refleja la diferencia de clases. La pudiente, la de Attias, que disfruta de la vida al límite y los beneficios rápidos, y la popular, representada por Fitoussi y Bouli, los tunecinos de Belleville, sin nada que perder y que sobreviven desde tiempos inmemoriales a base de trapicheos. Un reflejo del contraste entre los barrios ricos y la banlieu.

Si bien la primera parte de la serie está centrada en el ascenso, la segunda parte muestra el revés, cómo el dinero lo enturbia y mancha todo y bloquea cualquier indicio de salida. Lo menos creíble es Weynachter haciendo crítica al sistema político y judicial, un desencanto forzado de alguien que no deja de estar al servicio del sistema. Aunque principios no le faltan, no se los dejó por el camino como tantos otros, y no ceja en su empeño de perseguir a los criminales.

Lo que vuelve terrenal el retrato son las realidades personales. La relación profesional entre una policía israelí, su marido y Weynachter; el conflicto de Weynachter y su hija; el contacto del magistrado con el empresario Frydman y su hija Annabelle. En otros estratos las alimañas del mal hacen sus negocios y llegan muy lejos. El entramado no deja de sorprendernos ante el panorama de gastos millonarios en coches, prostitutas, cocaína, aviones privados… Un tren de vida disparatado sin fin.

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La serie tiene pegada por su ejecución, por su reparto, por una fotografía efectista. Y también por el retrato cercano de las diferentes capas sociales, por sus hilos cruzados, por esos protagonistas que conectan y atrapan. Todo sucede en París, pero también en Manila y en Tel Aviv. Globalización donde el dinero vuela rápido y ciertos mercados protegen a los (delincuentes) ricos. Patina la moralina forzada y cierto relato de la supervivencia. Al final, la clave reside en la información privilegiada, en el juego del lenguaje, en el uso del conocimiento para el engaño, en el dominio de la estafa. Giannoli capta a la perfección el pulso y la tensión, retrata ese desenfreno y cómo todo llega a su límite y explota.

La música, del músico electrónico francés Rone, ya comentada en Rockdelux, aporta frescura, recorrido, tensión y pulsiones. El tema central –“N.E.M”, del trío francés Las Aves– recuerda a M.I.A, capta el punto callejero, urbano, electro que conecta con el espíritu de la serie. “Sangre y dinero” te vapulea en ese desenfreno, te extasia de capitalismo a lo “El lobo de Wall Street” (Martin Scorsese, 2013). Al final quieres volver a tocar tierra, bajarte del limbo de jets y Ferraris, porque la vida sucede en este preciso instante, no en tu billetera. ∎

El dinero hace extraños compañeros de viaje.
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