Con el volumen número 11 termina la trayectoria de editorial en castellano de “Kitaro”, de Shigeru Mizuki (1922-2015), acaso el personaje más popular y querido en Japón de un autor reconocido por su aportación al género de terror pero cuya impronta se extiende mucho más allá.
El personaje de Kitaro nació en 1960 dentro del circuito de kashihon, publicaciones para librerías de manga de alquiler que gozaron de gran popularidad durante los años de la posguerra en Japón, a partir de un cuento popular de principios del siglo XX. Se trataba de un chico que se veía envuelto en todo tipo de aventuras sobrenaturales con criaturas yōkai, un tipo de espíritus del folclore japonés. La primera serie del personaje, “Hakaba Kitarō” (“Kitaro del cementerio”, 1960-1964), fue considerada demasiado terrorífica para niños. Sirvió como campo de pruebas para perfeccionar las características de un protagonista que alcanzaría su mayor popularidad en la siguiente serie, “Hakaba no Kitarō” (1965-1986), luego retitulada “GeGeGe no Kitaro” (el nombre de su adaptación a anime), con un contenido adecuado para todos los públicos. Su recorrido editorial fue de lo más diverso, siendo publicada en la revista referente del manga alternativo, ‘Garo’ (que, en sus orígenes, buscaba ser vehículo para que niños de escuela primaria e intermedia aprendiesen sobre antimilitarismo y democracia directa), y otras destinadas al público juvenil, como ‘Shonen Magazine’. Esta serie es la que ha llegado a España de la mano de Astiberri (el período 1965-1969) con el nombre de “Kitaro” a secas, que sirvió en Japón para popularizar una manera de hacer terror que se centraba en recuperar a los yōkai. Consiguió volver a dotarlo de una renacida relevancia en la cultura popular japonesa y convirtió a Shigeru Mizuki en un autor de gran éxito. Su personaje Kitaro ha sido protagonista de múltiples adaptaciones en formato animado, imagen real y videojuegos y es toda una institución en Japón.
Se trata de una serie episódica que logra, con asombrosa facilidad, trabajar con lo sobrenatural y lo terrorífico de una manera asumible para el público infantil manteniendo el interés para el lector adulto. Teniendo en cuenta la veteranía de la serie, que sus formas y contenido sigan funcionando décadas después dice mucho del valor del material. Mizuki, además, demuestra una gran maestría al intercalar una efectiva síntesis en la ejecución de los personajes protagonistas, caricaturescos, con detallados fondos en un registro realista, y un minucioso interés en reflejar de forma fidedigna los distintos personajes del folclore nipón. La manera en la que se combinan y ensamblan el humor y la aventura con lo paranormal constituye, desde luego, un ingrediente solo al alcance de los grandes clásicos.
En España, donde la serie se comenzó a publicar en 2010, la historia es muy diferente. Astiberri ha tirado de compromiso para llegar al undécimo tomo de la misma, el último con participación significativa de un Shigeru Mizuki que iría dejando en manos de sus múltiples asistentes las riendas de la serie. Si bien es cierto que el conocimiento, la reputación y el prestigio de los autores de manga clásicos ha crecido exponencialmente durante los últimos años de imparable crecimiento del cómic japonés en Occidente, no lo es menos que, con la salvedad de Osamu Tezuka, este reconocimiento no suele corresponderse en grandes cifras de venta. Mizuki ha publicado en nuestro país obras de corte personal como “NonNonBa” (1977; Astiberri, 2010) o su “Autobiografía” en seis volúmenes (2001-2005; Astiberri, 2012-2013); de memoria histórica sobre sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, “Operación Muerte” (1973; Astiberri, 2010), o la biografía “Hitler” (1971; Astiberri, 2017). También obras fuertemente asentadas en la tradición japonesa, como “Cuentos de un pasado lejano” (1995; Satori, 2022) o “Mi amigo el kappa” (1961-1962; Satori, 2023). Aunque, en conjunto, supone un considerable catálogo, ninguna de ellas ha sido un éxito de ventas y su edición apunta más a un acto de fe por parte de las editoriales implicadas que a una búsqueda de grandes beneficios. Mizuki coincide con otros autores clásicos de prestigio como Yoshihiro Tatsumi (1935-2015) o Yoshiharu Tsuge (1937) en haber tenido que encontrar una audiencia occidental que no suele coincidir con el habitual comprador de títulos de manga más actuales, ya sean de tipo juvenil (shonen, shojo) o adulto (josei, seinen). Allá donde Tatsumi o Tsuge han llamado la atención de lectores interesados por su vertiente experimental o su narrativa confesional venidos de fuera del manga, la variedad temática de Mizuki parece haberle dejado en una especie de tierra de nadie entre los otakus y los gafapastas. Que se ponga en valor como corresponde la obra y legado de uno de los grandes de la historieta japonesa, Shigeru Mizuki, requiere tanto cariño como esfuerzo divulgativo. ∎