Película

Stop Making Sense

Jonathan Demme

https://assets.primaverasound.com/psweb/ux9gya7kqguemoebquty_1709809925200.jpg

En una entrevista para ‘LA Weekly’, un periodista recordaba los inicios de Jonathan Demme como crítico y autor de una filmografía irregular mientras sonaba un casete de guitarras hawaianas. De repente, preguntó: “¿Qué diferencia hay entre una concert film y una performance film?”. Demme, sentado en los Raleigh Studios de Hollywood, respondió que una película-concierto puede ubicarnos en un evento cuyo foco central es la música. “El último vals” (Martin Scorsese, 1978), por ejemplo. Suya es la capacidad de encapsular con respeto una época, un estilo y una forma de sentir el rock a través de la despedida romántica. La icónica “Stop Making Sense” (1984; se repone hoy), en cambio, es otra historia.

Demme no quería que la gente se diera cuenta de que estaba viendo un concierto. Por esto, las imágenes del público no se muestran hasta el final, para centrarse en la energía implacable que los Talking Heads ofrecieron en el Hollywood Pantages Theatre en plena gira del álbum “Speaking In Tongues” (1983). Como si el director de “Philadelphia” (1993) protegiera el encuadre del grupo.

https://assets.primaverasound.com/psweb/tpt54g8x408z5prkeyd0_1709809941984.jpg

A veces, limitando el espacio a una oscuridad que rodea su cuerpo y una luz que pinta su rostro con ecos expresionistas. Todo apunta a la abstracción en esta férrea puesta en escena que empieza con una metonimia. Del silencio de los créditos iniciales a adentrarnos en terreno inexplorado. La cámara captura las sombras de una puerta que se abre, las clavijas de una guitarra y las zapatillas blancas de David Byrne entrando en el escenario mientras los vítores aumentan fuera de campo. Saluda al público y deposita un radiocasete cerca del micro. “Tengo una cinta que quiero reproducir”, confiesa.

Así da comienzo uno de los rockumentales más refrescantes de la historia, a través de planos cerrados y detalles que dosifican lo visible. Como la introducción de una intriga hitchcockiana. Es entonces cuando Demme abre el plano y descubrimos un escenario a medio construir. Quizá los andamios de una nueva forma de filmar la música en vivo. Acústica en ristre, Byrne rompe el hielo con la tartamudeante “Psycho Killer”. Su cuello y sus piernas se dejan llevar, pierde el equilibrio somatizando un compás variante y mira a cámara. Y Demme, demiurgo en la sombra junto al director de foto Jordan Cronenweth y la inventiva lumínica de Byrne, no pierde detalle gracias a siete operadores que registran simultáneamente durante las cuatro noches de rodaje que transformaron el Pantages en plató hipervigilado para desplegar un viaje febril hacia el corazón del post-punk neoyorquino.

https://assets.primaverasound.com/psweb/pbgznowrt47m6427tv0v_1709809952085.jpg

Seguidamente, la bajista Tina Weymouth entra en escena. “Heaven” se apodera del ambiente y el montaje muta hacia planos generales y encadenados. Luego, le llega el turno al batería Chris Frantz, las guitarras de Jerry Harrison y Alex Weir, el teclado de Bernie Worrell, los tambores de Steve Scales y las voces de Lynn Mabry y Edna Holt. Una vez reunidos –en una gradación de apariciones que se repetirá en el videoclip de Green Day para “Basket Case” (Mark Kohr, 1994)–, la fiesta se despliega como gran espectáculo dionisíaco que inicia, estalla y se calma mediante una estructura de apariencia clásica. No faltan disfraces ni convulsiones demoníacas a ritmo de la catártica “Burning Down The House” o un traje anchísimo que parece un dardo contra el consumismo de la era Reagan.

La pantalla grande se viste de gala con el reestreno en 4K de esta propuesta de innovador concepto escénico que ya sopla 40 velas y que ha vuelto de la mano de A24 para invitarnos a purgar el alma y gozar poseídos. ∎

Qué gran espectáculo.
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados