“The Listeners” (2024), creada para la BBC por el escritor Jordan Tannahill, se convirtió por derecho propio en una de mejores y más inquietantes series de 2024. Basada en un hecho real, un zumbido que se dice escucha el cuatro por ciento de la población y cuyo origen no está claro, la adaptación televisiva parte de la premisa de qué ocurriría si alguien comenzara a escuchar ese ruido constantemente y nadie a su alrededor le creyera, qué cismas, qué conflictos supondría entre esa persona y su familia. Esto es lo que le sucede a la protagonista, Claire, interpretada brillantemente por Rebecca Hall, quien, de la noche a la mañana, se ve obsesionada por ese molesto zumbido que no cesa. Tras hacerse todo tipo de pruebas médicas y ver que su marido y su hija comienzan a verla como una extraña, como alguien que se sale de las normas, descubre que hay otros como ella. El primero de ellos será uno de sus propios alumnos, al que imparte clases de literatura, y con el que mantendrá una ilícita, aunque no sexual, relación.
Durante buena parte de la serie, de tan solo cinco episodios, se mantendrá la incógnita sobre si este zumbido es real o producto de la insatisfacción de Claire, quien lleva aparentemente una vida perfecta que en el fondo no lo es; una crisis de mediana edad que la hace unirse a un grupo de gente que también dice escuchar el misterioso zumbido. La protagonista se verá envuelta en una especie de secta, un lugar en definitiva donde puede compartir con otros sus temores, donde puede ser escuchada sin temor a ser tildada de loca, a pesar de que el grupo está dirigido por una perturbadora pareja. Con ellos, el zumbido se convertirá en un elemento místico. Frente al rechazo del sonido, se buscará su unión con él, hasta alcanzar una especie de éxtasis. Se produce así un rechazo de la vida urbana y burguesa, en busca de algo primordial y único: el sonido de la propia tierra. Es una búsqueda arcaica que en realidad remite a antiguos cultos olvidados que sobreviven en nosotros. Sin embargo, esta forma de pérdida de control sobre uno mismo, de dejarse llevar, también tendrá en Claire unas nefastas consecuencias psicológicas, además del rechazo total de la sociedad.
Lo interesante de la propuesta es que también encuentra una respuesta estética a todas estas cuestiones y logra jugar con un sonido que nunca escuchamos del todo, que debemos en el fondo imaginar. Aparte, la dirección, de la mano de Janicza Bravo, se vuelca inteligentemente en el rostro de la actriz, receptora de ese sonido, dando peso nuevamente al primer plano, que aquí adquiere totalmente su sentido, ya que es capaz de visibilizar los terrores, los miedos y las dudas que asolan a Claire. Un rostro que se convierte en texto.
“The Listeners” conecta con una escasa estirpe de películas que ha tenido como tema central el sonido y la obsesión que casi siempre este conlleva, caso de “La conversación” (Francis Ford Coppola, 1974), “Impacto” (Brian De Palma, 1981) o el último trabajo de Apichatpong Weerasethakul, “Memoria” (2021). El sonido, habitualmente marginado en el cine, cobra aquí un extraño protagonismo, ya que es fuente de inquietud, de temor, pero también de liberación. ∎