En “Them” (2021-), serie creada y coescrita por Little Marvin y producida por Lena Whaite (disponible en Amazon Prime), una familia afroamericana se instala en un barrio tradicionalmente blanco de Los Ángeles a principios de la década de los 50. Este espacio, a priori idílico, no tarda en agrietarse para dejar aflorar el miedo y la violencia racial, hasta alcanzar unas cotas de abyección que no parecen propias de este mundo, pero lo son.
La primera temporada de esta ficción que aspira a dar diversas entregas antológicas ha revitalizado el llamado horror noire en una dirección mucho más coherente que otros productos publicitados con un rango superior en su lanzamiento, como ocurrió con “Territorio Lovecraft” (Misha Green, 2020), producción de HBO interesante en muchos aspectos, pero que rasgaba su propia cohesión interna en una parte final algo inapropiada en su aleación de racismo místico, viajes interdimensionales y crónica de las tensiones de una época. A pesar de estar algo dilatada en su tramo central, “Them” concluye con dos episodios decisivos, uno en forma de precuela en blanco y negro de texturas telúricas en base a terrores inmemoriales, y un desenlace que prejuzga la realidad, virtualiza el espacio y radicaliza el conflicto racial.
Ese clímax trae a nuestra memoria (reciente) el que tenía lugar en “Antebellum” (Gerard Bush & Christopher Renz, 2020), si bien allí se escenificaba de manera más evidente y sin respetar de manera tan clara los códigos del género de terror, con una Janelle Monáe que, en pleno siglo XXI, cae presa de una colonia esclavista diseñada por nostálgicos del confederacionismo. La principal baza de la serie de Marvin es conjugar de manera equilibrada la fuerza de su necesaria denuncia contra el racismo con las pautas de un relato que pertenece al fantástico. Ni “Territorio Lovecraft” ni “Casa ajena” (Remi Weekes, 2020), donde una pareja de refugiados es hostigada por el dolor de los espectros que viven en el ruinoso hogar que les proporciona el gobierno británico, conseguían plenamente el equilibrio entre sus formas y su subtexto, siendo ambas un conjunto de set pieces sin demasiado encaje ni en su mensaje ni en sus formas. En cambio, “Them” convence desde su primer capítulo, presentando una América bañada en el horror del odio y del fundamentalismo en clave, por momentos, de ciencia ficción: ¿o acaso no son los vecinos blancos del East Compton en Los Ángeles una declinación de “Invasión: los ladrones de cuerpos” (1955) de Jack Finney –adaptada al cine por nombres tan dispares como Don Siegel, Philip Kaufman, Abel Ferrara y Oliver Hirschbiegel– y, especialmente, de la novela satírica “Las poseídas de Stepford” (1972) de Ira Levin?
“Them” hace necesario indagar en el concepto mismo de horror noire, muy aireado hoy en día y distinto a la simple participación de técnicos o actores de raza negra, o a la inclusión de estereotipos raciales en el género. A fin de cuentas, varios hitos decisivos para dicha corriente no se deben directamente a autores afroamericanos: a nivel argumental, es fundamental la incorporación de tradiciones caribeñas, como el vudú, desde una perspectiva madura en “Yo anduve con un zombie” (Jacques Tourneur, 1943). Y, desde la perspectiva del análisis social, no es posible obviar “La noche de los muertos vivientes” (George A. Romero, 1968), que presentaba a un héroe afroamericano tiroteado en los minutos finales de la película. Este gesto trágico subraya el discurso de crisis de los Estados Unidos de finales de los años 60, que Romero ejemplifica principalmente en el odio y la eliminación del “diferente” mediante el racista padre de familia que se encierra en el sótano, y también en las hordas de cazadores de muertos vivientes que podemos ver en el epílogo. Romero llegó a crear un puente entre su ópera prima y “La tierra de los muertos vivientes” (2005) con la aparición de un zombi inteligente de raza negra que lidera a los suyos hacía una liberación.
Es cierto que el fenómeno de la blaxploitation, que brilló especialmente en la década de los 70, difundió una imagen en cierta manera empoderada de la comunidad negra en Estados Unidos, pero siempre en clave de gueto físico y cultural, cuando no de mera traducción de géneros, temáticas o personajes aceptados por la mayoría blanca del país, aderezados con música funk o soul, vestuario rompedor y estética colorista. El terror fue parte importante de esta tendencia de la serie B norteamericana a partir de un título de salida tan explícito como “Drácula negro” (William Crain, 1972), que generó una provocativa secuela, “Scream Blacula Scream” (Bob Kelljan, 1973), y un modelo canónico para otras producciones, caso de “Blackenstein” (William A. Levey, 1973), “Abby” (William Girdler, 1974) o “Dr. Black And Mr. Hyde” (William Crain, 1975). Más peculiar dentro de esta moda fue “Sugar Hill” (Paul Maslansky, 1974), que introducía con cierta habilidad folclore propio con vudú, zombis e incluso el mismísimo Barón Samedi; aunque, en realidad, esto fuera una consecuencia del éxito entre la comunidad negra de “Vive y deja morir” (Guy Hamilton, 1973), una entrega de la franquicia James Bond que llegaba a incluir en su galería de personajes al citado Barón.
Por su parte, “J.D.’s Revenge” (Arthur Marks, 1976) disipaba el esquema tradicional de traslación de originales ajenos a la propia cultura afroamericana y se erigía en uno de los pocos genuinos horror noire del período de la blaxploitation y, sin duda, en un producto que repelía la obligada idea de provocación inofensiva para comenzar a ser combativo, algo que llevó al extremo la home invasion “Fight For Your Life” (Robert A. Endelson, 1977), crónica de la humillación racial de la clase media afroamericana que abrazaba la violencia como una reacción inevitable –tesis que “Them” presenta de manera algo más sofisticada–. Pero, sin duda, la película que marcó el período, alejada del circuito blaxploitation y perdida durante años en una especie de malditismo, fue la esencial “Ganja & Hess” (Bill Gunn, 1973), un tratado de sexualidad, religión y horror (especialmente, en clave vampírica) marcado por la propia coartada autóctona, protagonizado justamente por Duane Jones, de “La noche de los muertos vivientes”. Posiblemente, “Ganja & Hess” fue el ejemplo más puro e influyente (pese al fracaso comercial en el momento de su estreno) de un horror noire de marca subjetiva, realizado desde posicionamientos puramente afroamericanos e incluso alejados de los propios condicionamientos culturales y sociales que marcaron el cine de género afroamericano en las décadas de los 80 y 90. Y resulta paradójico que su identidad maldita y oculta se transmitiera también al remake de la misma que Spike Lee planteó en “Da Sweet Blood Of Jesus” (2014), una de sus películas menos vistas (y todavía inédita en España).
El horror noire se diluyó en los esquemas revisionistas pop de los 80, para renacer con cierta identidad en la década de los 90 gracias al empuje de los “hood films”, sobre todo “Haz lo que debas” (Spike Lee, 1989) y “Los chicos del barrio” (John Singleton, 1991). “Deft By Temptation” (James Bond III, 1990) resultó un experimento atípico, con esos diabólicos vampíricos en la Nueva York negra, y que, de manera consecuente con su naturaleza weird, acabó integrando el catálogo de la productora Troma, adalid de lo trash. Pero la gran embajadora del horror noire en esa década fue “Tales From The Hood” (Rusty Cundieff, 1995), que, con padrinazgo de Spike Lee, conseguía recuperar el entramado de leyenda urbana del barrio, con un formato deudor de los cómics de la EC o la propia serie de “Historias de la cripta” (Steven Dodd, 1989-1996) de HBO, productora que también estaba detrás del filme de Cundieff. “Tales From The Hood” tuvo un devenir propio de producto de videoclub, a pesar de una factura brillante y unas historias liberadas de todo pudor, pero no hizo despegar al hood horror, dejando la representación de esa tendencia en los 90 en las manos (blancas) de Bernard Rose y su “Candyman” (1992) y de Wes Craven con “Un vampiro suelto en Brooklyn” (1995), fallido remake apócrifo de “Drácula negro”. Así las cosas, la idea del horror noire no reaparecería hasta la irregular “Bones” (Ernest R. Dickerson, 2001), abriéndose luego un nuevo paréntesis hasta el auge que el concepto ha vivido en el último lustro; una reivindicación precedida, en 2011, por la aparición de la investigación de Robin R. Means Coleman “Horror Noire: Blacks in American Horror Films From The 1890s To Present", que sirvió de base a documental de Xavier Burgin “Horror Noire: A History Of Black Horror” (2019), que convoca a los principales implicados en esta corriente, y que incluye una declaración lapidaria de la escritora Tananarive Due: “La historia de la población negra es, en sí misma, horror negro”.
Quizá “Them”, en combinación con las mediáticas aportaciones de Jordan Peele en “Déjame salir” (2017) o la superior “Nosotros” (2019), logre enderezar el camino del horror noire más allá del formato blaxploitation, hoy ya irreproducible, o desde perspectivas nuevas que combinen las diferentes maneras de entender un género a través de la mirada de una comunidad que ha intentado utilizarlo como lienzo para reflejar su horror, humillación y resistencia.
Concebida por la compañía Kelly/Jordan como una réplica de la exitosa “Drácula negro”, la película fue seleccionada en la Semana de la Crítica de Cannes, pero fue víctima de la incomprensión de sus productores, que cambiaron el título y mutilaron su montaje, sufriendo un olvido generalizado hasta su reciente restauración por parte del MoMA neoyorkino. “Ganja & Hess” exploraba el vampirismo como hecho cultural, basándose en las tradiciones paganas de Nigeria y con un tono realista que incluye una avanzada tesis sobre el tema de la adicción.
Un filme de violencia y criminalidad con un toque de terror al tratar la posesión de un estudiante por parte del espíritu vengador de un gángster. Marks consigue evitar los tópicos de la blaxploitation y hace de su película uno de los primeros filmes combativos del subgénero, y no una mera aproximación folclórica. Curiosamente, Marks dirigió algunas de las mejores blaxploitation del período como “Detroit 9000” (1973), “Bucktown” (1975) o “Friday Foster” (1975).
Réplica en clave hood film de “Historias de la cripta”, con una selección de historias que combinan de manera ejemplar el horror y las problemáticas raciales y sociales de la comunidad negra de la época. Con Spike Lee como productor ejecutivo, destacan también los excelentes efectos especiales y maquillajes de KNB y Chiodo Brothers, algo que convirtió la película en un producto de culto que ha generado dos secuelas recientes.
Aunque la notable “Déjame salir” fue la revelación del talento como guionista y director de Peele, “Nosotros” resulta un título superior, ya que consigue trasladar el angst propio de la comunidad afroamericana a una situación global, apocalíptica y con diferentes capas que engrandece y rescata para siempre el propio concepto del horror noire de un posible encasillamiento. Una de las obras más redondas y rotundas del fantástico reciente. ∎