Libro

Zadie Smith

La imposturaSalamandra, 2024

Si la novela histórica dice tanto, o por lo menos debería, de la época que retrata como del momento en que está escrita, Zadie Smith (Londres, 1975) ha roto la baraja con una de las mejores aproximaciones posibles a la Inglaterra victoriana. El mejor de los tiempos y el peor de los tiempos, vistos y leídos, interpretados y remezclados, bajo el prisma del siglo XXI. La edad de la sabiduría y también de la locura, sobre todo de la locura, desplegada en una caleidoscópica e ingeniosa rayuela literaria.

Un brinco y, bingo, ahí está William Ainsworth, novelista de éxito fugaz y calidad más bien cuestionable que llegó a vender más que Charles Dickens antes de caer en picado. Otro paso y aparece de pronto la maravillosa y omnipresente Eliza Touchet, ama de llaves (y prima política) de Ainsworth y motor de cambio de una sociedad en plena transformación. Un saltito más y, vaya, el caso Tichborne, sonada causa judicial de 1873 en la que un carnicero australiano decía ser en realidad un rico heredero dado por muerto. Y al final del juego, engullendo todo lo anterior, el pasado esclavista de Inglaterra: las plantaciones de Jamaica, el tráfico de personas y el perplejo papel de Andrew Bogle, criado crecido como esclavo en los campos de azúcar y testigo clave del juicio.

A los mandos, pilotando la nave y enredando los hilos, la autora de “Dientes blancos” (2000) y “Sobre la belleza” (2005), gran cronista de la clase y la raza y mejor retratista de la vida como un continuum de tensión social, esperpento jocoso y té de las cinco. “Middlemarch” (George Eliot, 1871) en un altar, Dickens en la tumba (literalmente) y la “common people” victoriana, esto es, el pueblo mondo y lindo, pasándoselo bomba saboteando el juicio de la década. También Smith parece pasárselo en grande despedazando la novela en episodios que duran un suspiro, afilando aún más los diálogos y bordando la frase ingeniosa y brillante.

La estructura, cierto, es a ratos compleja y tiene algo de desafío en estos tiempos de cerebros derruidos y atención aniquilada, pero la recompensa es colosal. Sobre todo porque “La impostura” (“The Fraud”, 2023; Salamandra, 2024; traducción de Eugenia Vázquez Nacarino), su regreso a la (gran) novela siete años después de la engañosamente liviana “Tiempos de swing” (2016), es al mismo tiempo ficción histórica, parodia de la novela victoriana, sátira mordaz del activismo de las clases altas y denuncia desgarrada de la historia como espejo de errores (y horrores) recurrentes.

Un brillante mano a mano con la Historia que Smith resuelve fundiendo realidad y ficción con admirable diligencia, tensando aún más el arco del humor (es, de lejos, su novela más divertida, por trágico que parezca) y acompasando el ritmo a ese desenlace torrencial en el que confluyen cartismo, abolicionismo y “la gran conjura de la indignación”. De fondo, o de perfil, un baile de simulaciones, apariencias y máscaras; las que porta la gente y tras las que es capaz de esconderse todo un país con tal de no tener que volver la vista atrás. “Inglaterra en realidad no era un lugar. Inglaterra era una coartada donde todo estaba bien atado. No sucedía nada real en Inglaterra, solo había cenas, internados y bancarrotas”, que teoriza, quién si no, Eliza Touchet en la novela. ∎

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