Álbum

Aaron Rux And The Crying Cowboys

Albino RhinoEl Volcán Música, 2024

Lo primero que supe del estadounidense Aaron Rux fue a través del director de cine, guionista y dramaturgo Juan Cavestany, porque había compuesto la banda sonora de su película “Gente en sitios” (2013). Me sedujo su capacidad para impregnar de atmósferas las imágenes, de crear esa magia incidental. De ahí se lanzó a publicar en solitario y, posteriormente, a acompañar a Joe Crepúsculo en sus giras y a producir a otros artistas. Era el proceso natural de alguien que tenía una capacidad innata de contar historias a través de la música, y para traspasar fronteras sónicas. Alguien que tenía que transmitir esa magia musical que poseía.

“Crying Cowboys” (2019) fue un paso en firme tras un prometedor debut con “Pacific Princess” (2016). Pero es que en este “Albino Rhino” quitas el envoltorio y te quedas embelesado: te sorprendes con un pop de los sesenta fascinante, unas sonoridades con swing (“Sideways”), soul (destellos de negritud en “Backbone”), arreglos preciosos tirando hacia sonido Filadelfia (“Roller Coaster” o en “Late Night Radio Program”), o más California (“Koshi”) en esa senda que abrieron músicos como Destroyer. La canción que da título al disco parece introducirte en un musical de los sesenta o setenta. También incluye algunas baladas que desarman (“Big Doors Tiny Keys” o “Geronimo”).

Con cada trabajo Aaron Rux se supera porque no se conforma con repetir su misma fórmula. ¿Cómo lo hace? Hurgando en las raíces del pop, descubriendo texturas, enriqueciendo elementos, mejorando bocetos, completando armonías. Yendo de delicia en delicia, pero sabiendo dar cuerpo a su identidad, generando un sonido amplio, rico, soberbio. La música de Rux transcurre como ese día en el que contemplas el sol desde su aparición, su apogeo, hasta su puesta, o en el que la lluvia lava la cara a la atmósfera y crea su propia sonoridad, configurando un cúmulo de sensaciones (nostalgia, introspección…). Pero es que si la vida arrea, que no sea solo en blanco y negro, que sea en tecnicolor, con todos los matices posibles.

Esa manera de entender el pop como algo añejo, con historia, pero a la vez contemporáneo, es lo que hace que su proyecto parezca un viaje en un buque veraniego (“23 Days”). Las voces van, vienen, envuelven, se duplican o se sinceran en la intimidad, se disipan o se dispersan en muchos momentos. Pero sobre todo hay una voz singular, única, que quiere acercarse a la vida con toda su frugalidad, con todo su esplendor y fragilidad, con un hambre de luz. Rux transmite todo esto con su música, no todo el mundo tiene esa capacidad para generar sensaciones. Es que incluso consigue provocar algo táctil en sus melodías (teclados, sintes, guitarras). Aaron Rux explora en esa capacidad que la música tiene para permitir evadirte y aumentar la expansión de los sentidos. El pop como un viaje, la música como un descubrimiento ¡Qué más se le puede pedir a un álbum! ∎

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