Hace tres años, el guitarrista estadounidense Adrian Quesada (Laredo, Texas, 1977), fundador y productor de Black Pumas, publicó “Boleros psicodélicos” (2022), un disco nacido, en realidad, durante el arresto domiciliario al que se nos sometió mundialmente durante la pandemia de COVID-19 en 2020. En esa ocasión, como divertimento, Quesada, de orígenes mexicanos, quiso rendir homenaje al bolero, la música que gustaba a sus padres, y que él mismo descubrió durante su adolescencia, en su Laredo natal, en la frontera entre Estados Unidos y México, con una mezcla de versiones y temas originales propios que intentaba capturar aquel momento, entre los años sesenta y setenta, en que los jóvenes músicos latinoamericanos fusionaron el bolero con guitarras psicodélicas y atmosféricos órganos eléctricos. El interés de Quesada por el bolero le surgió, en concreto, por un tema específico, “Esclavo y amo”, del compositor mexicano José Vaca Flores, en la versión del grupo peruano Los Pasteles Verdes, que escuchó un día en la radio del coche, mientras conducía, y se vio obligado a parar y llamar a la emisora para saber qué era eso.
A ese primer volumen le ha seguido, tres años después, su “continuación”, nacida con la misma idea de poner un pie en el pasado –en las raíces– y otro pie en el futuro de un estilo que, curiosamente, un año después del primer disco de “Boleros psicodélicos”, fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2023. Resituar el bolero como algo válido entre las generaciones jóvenes de latinos nacidos en EE. UU. –no como música “de abuelitos”– sería el equivalente al fallido reverdecer de la copla en España –todos/as los que lo han intentado siguen sonando viejos– o al rejuvenecimiento del tango con Malevaje, allá por los años ochenta. En España también lo intentó Corcobado con Cría Cuervos y sus dos volúmenes de “Boleros enfermos de amor”. Y Adrian Quesada ha puesto todo su empeño y su sabiduría –ha sido nominado en ocho ocasiones a los Grammy (lo ganó en 2011, por el Mejor Álbum Latino Rock o Alternativo, como integrante de Grupo Fantasma) y en 2024 coescribió y cantó “Como un pájaro”, de la película “Las vidas de Sing Sing”, del director Greg Kwedar, logrando una nominación a los Óscar a la Mejor Canción Original– en conseguirlo.
A diferencia del primer volumen, grabado en sesiones en remoto, en esta ocasión Quesada sí pudo invitar a quienes iban a colaborar en su ejecución a su estudio en Austin, entre los que figuran nuevos nombres de la música alternativa latina como el californiano Omar Banos –conocido artísticamente como Cuco–, el mexicano Eduardo Hernández –conocido como Ed Maverick–, la cubana Daymé Arocena, el dúo colombiano Monsieur Periné y el dúo suizoecuatoriano Hermanos Gutiérrez –autores de “Primos”, uno de los dos instrumentales del álbum (el otro es “El diamante”, obra del propio Quesada y el productor Alex Goose) y el menos “bolerístico” de los que conforman el disco–, que intervienen como cocompositores de los temas, junto a Quesada y Goose.
De las doce piezas del álbum, ocho son composiciones absolutamente nuevas y originales, y cuatro son clásicos. Y para estas cuatro Quesada ha contado con las interpretaciones del chileno Gepe –en “Te vas y yo te dejo”, de Héctor Meneses– y la ecuatoguatemalteca Trish Toledo –que canta en “Hoy que llueve”, un tema de Roberto Cantoral, autor conocido sobre todo por ese clásico entre los clásicos que es “El reloj”–. Dos cantantes que ya habían participado en el primer álbum, Mireya Ramos –la cantante de Flor de Toloache– y la portorriqueña iLe, interpretan, respectivamente, otros dos clásicos: “Cuatro vidas”, de Justo Carreras –un tema popularizado hace sesenta años por Eydie Gormé y Los Panchos–, y “Bravo”, de Luis Demetrio –conocida, sobre todo, en la voz de Olga Guillot–. También participantes en el primer volumen, la estadounidense Angélica Garcia y la argentina Natalia Clavier (cantante colaboradora de Thievery Corporation) intervienen aquí con sendas composiciones propias, “No juego” –una balada de sonoridad trip hop– y “Tu poder”.
Las atmósferas contemporáneas son las dominantes en este álbum, que busca con éxito crear premeditadamente melodías de estética vintage, a lo easy listening, para actualizar ese tipo de canciones tremendas, de amores que matan que nunca mueren, como recordaba Joaquín Sabina en “Contigo”. Quesada logra reinterpretar la sensual tradición de la balada latinoamericana, enamorada del detalle, con una visión psicodélica y con un toque plenamente actual, creando paisajes sonoros que cruzan el puente entre la nostalgia y el presente. Un álbum para los amantes de los grooves románticos y los descubrimientos audiófilos. ∎