Álbum

Algora

PódiumEl Genio Equivocado, 2021

Tras seis LPs en clara progresión ascendente como Algora y su estimulante doble personalidad synth como La Evolución del Hombre al Pájaro, Víctor Algora sube la apuesta con “Pódium”, séptimo álbum de su proyecto central, para el que ha abierto las páginas más dolorosas de sus diarios.

El resultado de su introspección se puede masticar con una mezcla de rabia empática por lo enunciado en su voz dolida y de magnetismo proveniente del mood instrumental aplicado, definido por sintes oxigenados y rítmicas cuajadas a pleno pulmón de espacio, lo suficiente para inflar estribillos con la exuberancia vitamínica de “Liebre”.

Desde la brutalidad expuesta nada más empezar, en “Días de nieve”, se palpa un inconfundible deje a Erasure, en modo atmosférico. En la misma, Víctor golpea con la dureza de sus memorias infantiles y adolescentes en un estribillo que condensa el sentir expuesto a través de las heridas abiertas del álbum: “Que todos los días sean días de nieve y así el bus nunca llegue”.

Temas como este confirman que estamos ante la obra más rotunda de Algora, tanto desde el frente lírico como desde el instrumental. También que las emociones han sido amartilladas con el gatillo del exorcismo a través de este y otros cortes como “Luna de cazador”, que palpita por medio de los temores surgidos de la derrota del exiliado emocional.

Cortes como “Los amantes de Magritte” supuran el sufrimiento de los recuerdos en carne viva, marcados a fuego en ese “maricón” del estribillo. Por la parte musical, estamos ante otra demostración de cómo recoger la gran herencia tecnopop de los años 80 por medio de una contextualización entre paisajística y orgánica, con ecos tan refrescantes como los procedentes de Junior Boys, por ejemplo. Eso sí, si hay una referencia que prevalece sobre todas las demás, esa es la de los Depeche Mode de discos como “Some Great Reward” (1984) y “Black Celebration” (1986), que tan bien ha sabido adecuar en un tono personalizado en su dicción en castellano y a través de una búsqueda intensa de texturas insufladas de genoma ambient balsámico, aunque dentro de un cuerpo ultrapop, tal que en “Polvo” o “Kreuzberg Blues”.

En todas las canciones enunciadas y en el resto de las que componen tan arrebatado cuadro vital, siempre transciende la necesidad de airear los demonios del pasado. Alquimia del dolor fundido en desbordantes ejercicios pop que, tal como sucede en“Marina”, también beben de la química tecnopop de los últimos discos de Mecano. Todo ello sin olvidar su capacidad para enhebrar himnos henchidos de épica reconfortante, así como el arrebato synthgaze cocinado en la tremenda “La destrucción del mundo”, penúltimo escalón antes de llegar al descorazonador final por medio de la canción que pone título a este álbum de evasión y derrota. O cómo es necesario arder antes de renacer, tal como ha hecho Zahara en su más reciente LP (“PUTA”), con el que este trabajo no solo comparte la cura por exposición, sino también hiperbólicos golpes de emoción synth como hacía tiempo que no se sentían dentro de nuestras fronteras. ∎

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