Alice Coltrane (1937-2007) publicó en 1971 “Journey In Satchidananda”, cuarto álbum a su nombre para Impulse! Records, con la resaltada implicación al saxo soprano de Pharoah Sanders. Discípula del maestro espiritual y de yoga Sri Swami Satchidananda, la viuda de John Coltrane se había imbuido junto a su marido de los influjos hinduistas que también calaron en su momento en el mundo del rock: el mismo gurú había inaugurado con su discurso de “paz, esperanza y aliento” el festival de Woodstock el 15 de agosto de 1969, además de fundar en Manhattan en 1966 el Integral Yoga Institute, establecido luego en otras ciudades norteamericanas como San Francisco.
Estimulada por un compartido viaje de cinco semanas a la India, Alice Coltrane se embarcó en una serie de conciertos benéficos para contribuir a esa propagación y convocó el 21 de febrero de 1971 en el neoyorquino Carnegie Hall a algunos de los músicos que había participado en “Journey In Satchidananda” –los saxos, flautas y percusiones del citado Pharoah Sanders o la tambura de Tulsi Reynolds– a los que se sumaron los contrabajos de Cecil McBee y Jimmy Garrison, saxos tenor y soprano de Archie Shepp, las baterías de Clifford Jarvis y el gran Ed Blackwell, el armonio de Kumar Kramer y la propia Alice al piano, arpa y percusión. Su productor Ed Mitchell se encargó de registrar el directo, bloqueado entonces por su nula viabilidad comercial y que se recupera ahora en doble vinilo, CD y streaming, respaldado por libreto con ensayo de Lauren Du Graf, a modo de documento histórico en el que constatar tanto el asombroso legado de John Coltrane como el envite que esa nómina de músicos, en buena parte instruidos bajo la tutela del genio, aportó a su obra.
El concierto se dividió en dos bloques manifiestamente delimitados: por un lado, las dos composiciones que abrían “Journey In Satchidananda” –la que bautizaba el álbum y “Shiva-Loka”, otra reverencia a la mitología hinduista– y, por otro, dos partituras del Trane de la época Impulse!, “Africa” y “Leo”, que bien pueden encarnar el alfa y el omega de su relación con la marca. Las dos primeras ofrecen claras evidencias de ese jazz modal afroamericano plagado de guiños a la música india y envuelto en un baño de espiritualidad, que Alice Coltrane expresó en su discografía para el sello creado por Creed Taylor y que fue ninguneado por la crítica jazzística de la época. Riffs a modo de mantras, hipnóticos ritmos y dilatadas improvisaciones, enriquecidas por timbres como aquel arpa que le regaló su difunto marido, impregnan la extática atmósfera de ambos temas, duplicados en su extensión pero esculpidos en esencia. El formato de doble cuarteto aporta una mayor densidad a una definición que troca en catarsis en las dos piezas de John Coltrane: los más de veintiocho minutos de “Africa” y los veintiuno largos de “Leo” espolean ambas composiciones a través de furiosos coloquios y solos en los que los instrumentos gozan de generosas cuotas de protagonismo, con el piano de la líder en pasional ebullición. Una correcta toma de sonido, con puntuales lagunas, permite la erupción de un vertiginoso torbellino de sensaciones donde es ineludible rememorar la huella free de ese Coltrane de “Ascension” (1966) o “Interstellar Space” (grabado en 1967 pero publicado en 1974), obsesionado con un sonido que lo liberara de patrones y corsés. “The Carnegie Hall Concert” acoge ese patrimonio con los brazos abiertos para reinterpretarlo y convertirlo en símbolo que la propia Alice, ya consagrada como Turiyasangitananda, expandiría, preñado de devoción y misticismo vital, hasta el final de sus días. ∎