La escena urbana, en general, tiene el honor de haber construido, desde el underground, su propia hegemonía pop, y en esta historia de conquista seudoviolenta –mitad caballo de Troya, mitad validación a través de la cultura del entretenimiento– hay varios nombres que quedarán grabados como los de los héroes y comandantes. Aquiles, Patroclo, Héctor…
Alizzz. El de Castefa supo sintonizar las distintas sensibilidades melódicas que ondeaban en torno a mediados de la década pasada con el gusto de las masas, ayudando a levantar un paradigma de nuevo pop a través de su estrecha colaboración durante el ascenso a la cima de C. Tangana. Pero tras el “no va más” de
“El Madrileño” (2021) y los Grammy, y sin nada que ver alzando la vista más que las nubes y el cielo, Cristian Quirante decidió bajar al barro una vez más y cargarse la batería con el brío eléctrico de las guitarras, los pedales y los amplificadores. Así surgió
“Tiene que haber algo más” (2021) y la reformulación de su carrera en solitario con una banda compartida con Lluís Borrell, Mario Coloma, Ferran Gisbert y Rodrigo Hernández Marta.
Y junto a los dos últimos ha compuesto Alizzz este
“BOICOT” , producido a medias con InnerCut, demostrando que más que una banda de acompañamiento lo que tiene el productor catalán es una nueva forma de enfrentar la composición y, en definitiva, su carrera. Afianzando su posición de bisagra intergeneracional, aunando presente y pasado y afrontando una madurez que no tiene por qué implicar desconexión o desactualización. Canta en
“Los mejores”, entre briznas y
loops lo-fi:
“Cuando (…) ya no entienda a la gente joven (…) vamos a brindar igual (…) porque fuimos los mejores”.
Pero de momento, sin síntomas de agotamiento creativo y mostrando una orgullosa falta de complejos, Alizzz consigue distanciarse de la imagen de Señor Burns disfrazado de Jimbo en este nuevo EP humilde y honesto en el que se intercalan suspiros románticos con reflexiones personales y críticas más o menos ácidas a la superficialidad de las redes sociales –y la industria musical– o a la
“burguesía intelectual” catalana. En el que Death Cab For Cutie se encuentran con Foals y con Rojuu –
“Superficial”–; en el que El Canto del Loco se convierten en Los Piratas y después en Oasis –
“Todo está bien”–. En el que cabe el
macarreo de
“Que pasa nen” y en el que queda espacio para hacerle un guiño a la tendencia y la actualidad a través de una
“Pierdo el sentido” en la que la nu rave dosmilera se confunde con la revitalización de la cultura breakbeat y el drum’n’bass.
Orgánico, “boicoteando” su trayectoria urbana y en busca de “algo real” –
“No sé por qué hacemos esta música enlatada / En un par de años esta mierda no vale nada”, medita–, este “charnego de periferia” que nos recuerda que
“Rosalía y Estopa son –como él–
del Baix Llobregat” acepta aquí que el éxito es pasajero y que esa es la gracia, que da igual. Que en la música hay un Everest del
mainstream, sí, y que no es imposible escalarlo. Pero que más allá hay todo un mundo de sonidos en los que quedarse a reposar, tranquilo, sin presiones ni ambición.
The breath of the wild. ∎