Alonso Díaz Carmona se revela como un finísimo estilista en su primera entrega al margen de Napoleón Solo, el grupo que ha liderado durante los últimos tres lustros desde Granada. Hasta el punto de que me huelo (ojalá me equivoque) que quizá su eco se vea aminorado por cierta sordina, ya que habita en un terreno –y ese es uno de sus indudables méritos– escasamente explorado, o al menos no indagado con tanta elegancia como aquí: aquel en el que confluyen el synthpop bajo la égida de Franco Battiato, el pop de influencia hispana setentera, el folk clásico y unas medidas destilaciones de flamenco, rumba y jazz latino. Sensibilidad y cierto espíritu de desafío aplicados a un cancionero de aspiraciones atemporales para uno de los debuts (al menos lo es en solitario) más estimulantes de lo que llevamos de año en España.
Es todo un síntoma que sus dos cortes más largos, los más ambiciosos, sean a su vez los que lucen con singular magisterio su condición de opus centrales del disco, aunque no sean susceptibles de ser singles. Son “Sueño borracho”, siete aflamencados minutos sobre minimalismo pianístico con la ornamentación de las cuerdas de la Orquesta Ciudad de Granada que son pura ensoñación, una absoluta delicia, y los siete y medio de “Juan Salvador Gaviota”, que suenan como si Kiko Veneno sometiera su talento narrativo a una base musical de jazz latino con coros flamencos. La sombra de Franco Battiato es visible en “Soy un humano”, “Guerrero” y “Creí que mañana sería”, pop con sintetizadores que se interroga –sin tremendismos– por los asuntos trascendentales de la vida (aunque el amor y el desamor sean los ejes básicos del álbum), y que en el caso de la última –suena algo parecido a un clavicordio, si es que no lo es– remite a cierta tradición cancionista española de los años setenta. Por algo se menciona a Vainica Doble en la nota de prensa, aunque en composiciones como “Ay Dios, qué va a ser de mí”, que transita de Brasil al Caribe, de la bossa a la salsa, me parece atisbar cierta herencia del sonido Torrelaguna que acuñó Rafael Trabuchelli y que tan bien reformuló Fran Nixon en discos como “Lo malo que nos pasa” (2015).
Las colaboraciones lucen sin eclipsar, contribuyendo a realzar la belleza del disco y dotándolo de punch para asomar la cabeza en cualquier buena playlist. Ocurre con Soleá Morente en esa bonita pieza de pop levitante llamada “¿Qué es querer?” y con Lorena Álvarez en dos cortes de imperativo título: “Libérala”, entre la rumba y el latin jazz, y “Sepárate”, más en clave de folk clásico. Las aportaciones externas, los coros femeninos, la instrumentación… Todo juega a favor de un trabajo indudablemente artesanal, que pone el foco sobre un músico y escritor de canciones que pisa terreno muy propio. ∎