La onda expansiva de “Comfort To Me” (2021), segundo álbum de los australianos Amyl And The Sniffers, los llevó de las sudorosas salas de conciertos de su país a los escenarios grandes de festivales de medio mundo. Su potente directo y el magnetismo y presencia escénica de su líder, Amy Taylor, terminó por apuntalar su nueva privilegiada posición dentro del escalafón del rock de esta década. Tratando de aprovechar la ola, se mudaron de Melbourne a Los Ángeles, para estar más cerca de donde se cuece todo y ahorrarse millas de vuelo en sus viajes para sus giras por Estados Unidos y Europa. Contado así puede parecer que el panorama no podría ser más idílico para ellos, pero, en estos tiempos de redes sociales y haterismo, no se han librado de la sempiterna crítica al artista que empieza desde abajo y decide escalar para abrazar el triunfo. A Amy le han debido escocer las invectivas de algunos de sus antiguos fans, pues enfoca buena parte de su furia a lanzarse contra decepcionados o envidiosos. No en vano abre el álbum con un recadito para ellos en “Jerkin’” (“You’re a dumb cunt / You’re an asshole / Every time you talk you mumble, grumble”), disparado con ese descaro provocador a lo Johnny Rotten. Si alguien piensa que con ese primer disparo se ha quedado a gusto, no es así. En “U Should Not Be Doing That” rechaza los consejos no pedidos de no pisar los lugares con acceso a la alfombra roja. En “Do It Do It” y “Going Somewhere” exhorta al que envidie su éxito a que trabaje duro como ellos y lo intente. Por último, en la templada y psicodélica “Big Dreams” emplea un tono más conciliador y comprende que, como ellos, cualquiera desee salir de las apreturas y mirar hacia arriba.
En el resto de temas toma otros objetivos. En “Tiny Bikini” muestra su orgullo por lucir palmito y sentirse atractiva solo ensombrecido por la cantidad de babosos que lo entienden de otra forma. Su voz más aniñada como haciéndose la barbie burlona le añade una carga sarcástica que le sienta divinamente. En “It’s Mine”, que abre un cuarteto de cortes especialmente poderosos y rabiosos, dispara contra el consumismo exacerbado, mientras que en “Pigs” se muestra nihilista: no hay futuro alguno, todos somos unos cerdos después de todo, confiesa ella. Sin embargo, en “Motorbike Song” toma la velocidad de la canción para expresar, no se sabe si a un fan musical o a un amante, cuán poderosa se siente, como una motocicleta a todo gas que desafía a montar al que se atreva.
Musicalmente, sigue la senda del anterior. Quizá a primera escucha no contenga singles tan pegadizos y tensos como los hits “Guided By Angels”, “Security” y “Hertz”. Su punk rock garagero deudor de los grandes australianos del género se muestra en este más agresivo y espinoso, quizá como tratando de demostrar que, aunque les interese el éxito, no domestiquen su sonido para mantenerlo. No obstante, se permiten la inclusión de un medio tiempo donde Amy canta dulcemente al desamor de un amante que la dejó contra su voluntad, algo así como su “If You Can’t Give Me Love” (Suzi Quatro). Otra canción que ofrece una nueva vía a su sonido es “Me And The Girls”–una celebración de las salidas nocturnas only ladies con las amigas–: aunque con riff de guitarra muy setentero, tiene un estribillo muy pop, con vocoder incluido, que quedaría bien en una sesión tras algún tema de Blondie o incluso de Shampoo.
En resumen: “Cartoon Darkness” es un disco que les permitirá mantener su intenso y fogoso directo con nuevos puntos álgidos en el repertorio, que, salvo las citadas excepciones, desdeña el acercamiento al gancho pop, por el groove rocanrolero y desmelenado, para el brillo de esa imparable tormenta centelleante al micrófono. ∎