Álbum

Andrea Laszlo De Simone

Una lunghissima ombraEkleroshock-Virgin, 2025

Desde Piamonte, Andrea Laszlo De Simone entrega uno de los discos italianos del año. “Una lunghissima ombra” (que se traduce al español como “una larguísima sombra”) mezcla canción clásica, tradición escrita y música electrónica hasta convertir el conjunto en una banda sonora de una película que no existe: de hecho, el compositor italiano tiene un premio César por el soundtrack de Le règne animal (2023) de Thomas Cailley. Podría decirse que ese plano sinestésico de la música es bastante lo suyo.

El turinés comenzó su andadura musical tras la batería, primero en la banda de su hermano (Nàdar Solo) y más tarde junto al guitarrista Anthony Sasso en el dúo Anthony Laszlo. En 2012 dio el salto en solitario con Ecce Homo, un disco artesanal y de espíritu lo-fi grabado con recursos mínimos, más fruto de la necesidad que de una decisión estética. La atención de la crítica, sin embargo, llegó con Uomo, donna (2017) y su EP “Immesità” (2019). Desde entonces, su propuesta (una mezcla de lirismo italiano, psicodelia y ambient) ha sido comparada con figuras como Lucio Battisti, Claudio Rocchi, Enzo Carella o incluso Radiohead. “Una lunghissima ombra” da un paso más allá en su cinemática, procurando narrar los distintos paisajes que generan las luces y sombras a lo largo de varios momentos del día. Todo ello es una metáfora, según el propio Simone, para reflejar “los pensamientos intrusivos, esos que persisten incluso cuando creemos estar pensando en otra cosa y que acaban proyectando largas sombras sobre nuestra vida”. Así, el disco reúne 17 composiciones en total, de las cuales cinco son instrumentales que actúan como hilo conductor entre doce canciones principales. Pese a representar varias horas del día, Laszlo se centra en el fenómeno que ocurre principalmente al amanecer y al atardecer, cuando el sol está cerca del horizonte, haciendo que las sombras se proyecten de forma alargada y parezcan más grandes: como todos los demonios que nos acechan.

Aunque De Simone es su enemigo más letal, el trabajo es una oda a la luz (de hecho, si hay sombras en el mundo es gracias a los rayos del sol). “Il buio” es una introducción de puro ruido que puede recordar a una orquesta afinando o al trabajo de sonido de una película de terror de la época de cine mudo; después se convierte en una pieza de drone que, sin embargo, da pie a “Ricordo tattile”, uno de los puntos álgidos y más clásicos del trabajo, con una introducción orquestal que rompe en un vals. De Simone siempre ha trabajado sobre esa frontera difusa entre la canción y la experiencia sensorial, pero en “Una lunghissima ombra” esa búsqueda alcanza su forma más pura. Cada tema parece suspenderse en un tiempo que no existe, un presente detenido donde las cuerdas se tornan de repente en un clúster misterioso. Por momentos, el álbum recuerda al lirismo sinfónico de Ennio Morricone, al dramatismo místico de Battiato o al romanticismo fantasma de Sufjan Stevens, pero sin depender de ninguno. El italiano habita una tierra intermedia entre la tradición melódica italiana y una experimentación tétrica.

La idea de sombra que vertebra el disco no es solo una metáfora psicológica (los pensamientos intrusivos, la culpa, la memoria), sino también una figura formal: la música actúa como proyección de una luz que no vemos. Todo se mueve por reflejo. Hay piezas que suenan como un amanecer filmado a cámara lenta (“Pienamente”, “Scivolando sui raggi del sole”) y otras que parecen hundirse en un crepúsculo perpetuo (“Non è reale”, “Quello che ero una volta”). A través de ellas, el compositor construye una especie de psicogeografía que traduce los cambios de la luz en estados de ánimo. Un ejercicio de paciencia y de fe, donde lo visible y lo invisible conviven: así, con suerte, tú también aprendes a convivir con tus demonios. ∎

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