Álbum

Andrew Bird

Outside ProblemsLoma Vista-Universal, 2023

Quizá el objetivo de un artista cuando llega a su cuarta década de carrera sea seguir resultando necesario, tanto para el público como para sí mismo. El riesgo, especialmente para aquellos situados en una suerte de clase media en la que podríamos meter a Andrew Bird, está en sacar discos que no están mal: gustan a sus fieles y pasan desapercibidos para el resto del planeta. ¿Cómo romper esa dinámica? Cambios estilísticos, colaboraciones o, sencillamente y puede que con mayor valor, retorcer el proceso creativo para que, al margen de números y algoritmos, el resultado sea interesante y evocador.

Aquí la premisa es la ausencia de voz –más allá de algunos ruidos vocales casi accidentales– en un trabajo marcado por la improvisación y que sirve como pieza de acompañamiento (o epílogo, según se quiera ver) a “Inside Problems” (2022), su álbum anterior. Se trata, por tanto, de una obra pretendidamente menor, pero no por ello resulta innecesaria o no se disfruta en su contexto. De hecho, existe una versión limitada de “Inside Problems” en vinilo amarillo (que se vendía en los conciertos de la gira del año pasado) que ya incluía las nueve canciones de este “Outside Problems”.

La carrera del violinista y compositor estadounidense ha estado marcada desde el principio por una prodigiosa imaginación musical –aparte de su obvio virtuosismo– que le ha permitido ofrecer a lo largo de veinte discos –contando los que publicó con Bowl Of Fire– su particular visión de la música americana sin resultar jamás tópico, aburrido o repetitivo. El uso del violín siempre le ha apartado de otros artistas análogos y quizá lo más sorprendente de este “Outside Problems” sea que en pleno 2023 todavía se pueda tocar un instrumento de cuerda de manera tan innovadora. Si Andrew Bird está ligado a su violín, goza de muy buena salud.

Esto se pone inmediatamente de manifiesto en “Mancey”, primer corte del elepé. Una pieza de jazz-blues evocadora a ritmo de violín percutivo que va dialogando con el contrabajo de Alan Hampton, buscando cada uno de ellos el espacio en el que poder lucir. “Festivus” suena a folk juguetón, por momentos casi sudamericano, conectando las Rocosas con los Andes. “What We Saw” podría poner banda sonora a una película de Wes Anderson en su ligereza y variación de la melodía principal de la pieza.

Resulta especialmente interesante y divertido comprobar cómo algunos de los fraseos que aparecían en “Inside Problems” se cuelan aquí. Es como introducirse en la psique de un creador, llevando el sonido al mínimo (guitarra, violín y el citado contrabajo de Alan Hampton, aunque nunca parece anémico ni se echan en falta otros elementos) para dejar fluir las ideas. Llegar al origen mismo de la música. En esa introspección resulta fundamental el contexto exterior en el que se grabó este “Outside Problems”. Se trata de la pequeña localidad californiana de Ojai, a medio camino entre Santa Bárbara y Los Ángeles, donde reside Andrew Bird. Lo de investigar cómo afecta el lugar a la música ya lo había estudiado antes el estadounidense en su proyecto “Echolocations” (2015-2017). Al menos de manera espiritual, este disco está conectado también.

“Mo Teef” cuenta con una de las pocas partes vocales del conjunto, aunque básicamente se trata de replicar con la garganta la melodía que hace el resto de los instrumentos. “Tik Tok”, pese a lo que su nombre podría sugerir, sirve de cierre solemne para un disco que aporta bastante más de lo que puede parecer de primeras y que quizá tenga un cometido terapéutico para el autor: cerrar definitivamente una etapa para poder iniciar otra. ∎

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