Igual que los valencianos abominan de eso que llaman “paella con cosas”, muchos andaluces deben estar ya con la mosca tras la oreja ante el actual aluvión de “flamenco con cachivaches”. Es relativamente fácil pervertir la esencia, pero no tanto que de la mezcla emerja algo con personalidad proteica. En la música popular, como en casi todo, el orden y la suma de los factores no siempre tienen por qué mejorar el producto final. Y en gran medida se debe a que no es lo mismo la fisión que la fusión, la combinación que la integración. Tampoco el aderezo –más o menos resultón– de un lenguaje es lo mismo que la disolución de dos en un mismo cuerpo.
Hay fórmulas musicales que se licuan con más fluidez y naturalidad que otras; al final todo depende de las manos del alquimista. Y me vienen a la cabeza pocas simbiosis tan logradas como la que Ángeles Toledano (cantaora), Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly, aquí al mando de los sintetizadores), Gloria Maurel (baterista) y Javier Martín (The Low Flying Panic Attack, responsable de las programaciones) han logrado en este primer álbum, mezclado y masterizado por Ed Is Dead, que presentaron en directo a finales de noviembre pasado en el Monkey Week sevillano en un sensacional bolo, según quienes lo cataron. Quizá un experto dominador de los palos del flamenco no lo vea exactamente así, pero a mí este trabajo me transmite un equilibrio perfecto: son dos mujeres y dos hombres, dos latidos orgánicos y otros dos sintéticos, dos lenguajes que solo parecen uno porque cante jondo y electrónica se funden a su pleno antojo. Parecen la misma cosa. Ese es uno de sus grandes activos.
Y lo logran con desenvoltura porque no hay afectación ni ademanes de cara a la galería. Destaca el respeto por la materia prima – el “Poema del cante jondo” de Federico García Lorca es el punto de partida– y el minimalismo en las formas (en sintonía con la escueta denominación del proyecto: Ángeles, Víctor, Gloria y Javier), la oscuridad compartida de ambos códigos. Es un disco que irradia duende y crujido digital por igual. En el que saetas, bulerías, seguiriyas y peteneras cobran una nueva dimensión en contacto con los ritmos electrónicos fracturados, sin perder ni un ápice de integridad ni de poderío telúrico. Todo suma, nada sobra.
Igual da que “Suspiro tierno (La soleá)” –escogida para la banda sonora de la película “Mi soledad tiene alas” (Mario Casas, 2023)– cabalgue a lomos de un loop sintetizado de dinámica circular, lindante con el kraut, que “La guitarra” tribute de forma doliente al instrumento que le da nombre con Dandy Piranha (Derby Motoreta’s Burrito Kachimba) haciendo coros, que las armonías vocales de “Puñal” transmitan pedigrí soul hasta que el corte deriva en R&B entrecortado, que “Balcón/Madrugada” suene como si Oneohtrix Point Never se empapara del embrujo de la saeta, que “Clamor” consiga que “Los cuatro muleros” –objeto de adaptaciones de lo más dispares desde los tiempos de Los Pekenikes– desemboquen en un brote de electrónica subyugantemente selvática o que “Alba” se marque un desarrollo de free jazz con palmas. Todo en estos 37 minutos, prendados de un hechizo color negro azabache, genera la fascinación de los trabajos que nacen del estado de gracia. ∎