Álbum

Anna von Hausswolff

ICONOCLASTSYEAR0001, 2025

La música, cantante y organista sueca Anna von Hausswolff lanzó el día de Todos los Santos –que se publique precisamente ese día no puede ser una coincidencia– su sexto álbum en solitario, “ICONOCLASTS”. El término “iconoclasta” es el nombre que se le da a una persona que pertenecía a un movimiento religioso hereje del siglo VIII que negaba el culto a las imágenes sagradas, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. El uso coloquial del término iconoclasta ha desvirtuado su significado: se considera como sinónimo de transgresor, cuando, en realidad, definía a una secta fundamentalista cristiana. No sé en qué sentido lo emplea aquí Von Hausswolff, una compositora de la que podemos recordar el incidente por el que una turba de católicos ofendiditos consiguió que se cancelaran los conciertos que tenía previsto ofrecer en sendas iglesias de Nantes y París en 2021, después de que un bloguero calificara su música de “armonías satánicas”.

Hausswolff ha edificado su carrera sobre la peculiaridad de haber construido su música fundamentalmente con el órgano de tubos (un instrumento que donde más se encuentra es en iglesias y catedrales), y eso la ha convertido en un nombre conocido en los ambientes alternativos de todo el mundo, sobre todo a partir del éxito internacional que alcanzó con su segundo álbum, “Ceremony” (2012). Pero en su sexto LP de estudio (más uno en directo), la sueca nos ha descolocado, dado que se ha inclinado en gran parte hacia el synthpop. No hay nada de malo en ello, aunque creo que ella da lo mejor de sí misma en lo brutal y lo extático. Aparentemente, según los créditos, en este disco también toca el órgano de tubos en once de los doce temas: en todos menos en “An Ocean Of Time”, que es en el que juraría que SÍ suena… Hasta este disco, se podía decir con rotundidad que se trataba de instrumentos auténticos, situados en iglesias especialmente seleccionadas, pero aquí el sonido es a menudo tan premeditadamente grandilocuente que, tras varias escuchas, no podría determinar con certeza si se trata de sonidos de órgano generados digitalmente o de teclados analógicos tradicionales en grandes iglesias, aunque según los créditos sean órganos de tubos auténticos: los de las iglesias de Annedal y Örgyte, en Gotemburgo, y la iglesia de la pequeña población de Vinberg.

El álbum comienza muy bien, con el caótico y vibrante tema “The Beast”, en el que el saxofonista Otis Sandsjö –un músico de jazz omnipresente en el disco– es quien marca hacia dónde se dirige el torbellino de sonidos. El ambiente sonoro es a la vez ominoso y poderoso, algo que Hausswolff suele transmitir en su música. Seguidamente, parece que fuera Colin Stetson quien iniciara “Facing Atlas” con otra secuencia desquiciada de saxo, pero el sonido que se va construyendo estalla en algo infinitamente más grande, repleto de percusión, órgano, tambores electrónicos de guerra y sintetizadores atmosféricos. Hay algo muy liberador en el maximalismo de las canciones, que pueden ser dramáticas y completas como una pieza clásica tempestuosa. La letra refleja a Atlas, el titán cuyo castigo fue cargar sobre los hombros la bóveda celeste: “The world is full of shit and full of evil / But there you stand / You looked at me and / begged me for some mercy” (“El mundo está lleno de mierda y maldad / pero tú resistes / Me miraste / implorándome algo de caridad”). Hausswolff logra transmitir su esfuerzo y la sensación de que hay un punto de inflexión que haría que el cielo se derrumbara.

La canción que inspira el título del disco, “The Iconoclast”, de once minutos de duración, es emocionante y revolucionaria: hay gritos de guerra, órgano, guitarra distorsionada y una letra profundamente conmovedora con la que Hausswolff consigue crear una experiencia cinematográfica y emocional al escucharla. “Kill the abundance of hate / Don’t search for freedom in the states / Too many soldiers all around / And too many children in the ground” (“Acaba con tanto odio / No busques la libertad en los estados / Hay demasiados soldados en todas partes / Y demasiados niños bajo tierra”). Hay una especie de sensación de eternidad en su música, algo que proviene de tiempos atávicos o que regresará en un futuro lejano. Su música es como encontrar una cueva misteriosa o descubrir restos de un cometa en la Tierra. Pero a partir del cuarto tema, “The Whole Woman”, una balada cantada a dúo con Iggy Pop que pretende transmitir emoción y calidez, la credibilidad del conjunto baja. En esta canción podemos culpar a la voz de Iggy, que lo que transmite es vergüenza o pena, con ese vibrato tembloroso que recuerda al patético Serrat de los últimos veinte años o, incluso, a Cañita Brava. Pero es que un nuevo dúo que encontramos un poco más adelante, “Aging Young Women”, otra balada, interpretada ahora junto a la figura al alza de Ethel Cain, tampoco consigue remontar el vuelo de esta primera incursión de la Hausswolff en el terreno de lo (más o menos) pop, porque se trata de un tema edulcorado, que uno imagina en una película romántica de aspiraciones comerciales y poca chicha.

En la segunda mitad de este largo álbum de casi hora y cuarto de duración, sí habría que destacar “Struggling With The Beast”, con muchas capas y texturas tanto emocionales como sonoras, y donde el saxo de Otis Sandsjö y el ritmo marcan una propuesta, esta vez sí, verdaderamente transgresora.

A punto de acabar el disco aparece “An Ocean Of Time”, una colaboración con el músico italiano Abul Mogard, que deriva en una pieza tranquila y atmosférica que no reconocemos como propio de la Hausswolff. “Unconditional Love”, en la que participa su hermana Maria von Hausswolff como cantante invitada, vuelve a sonar ñoña y sentimental, mientras que “Rising Legends”, que cierra el álbum, no deja de ser un breve fragmento, discreto y poco emocionante, pese al supuesto sentimiento con que parece haber sido expresamente creado.

“ICONOCLASTS” ha buscado convertirse en una epopeya conmovedora, intentando abarcar una amplia gama de sentimientos y romper los límites de su paleta musical, esos que ella misma se había creado. Pero el intento por hacer no-sé-bien-qué ha resultado más bien fallido. Lástima, porque Von Hausswolff es una compositora sobresaliente. ∎

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