Álbum

Arab Strap

I’m Totally Fine With It 👍 Don’t Give A Fuck Anymore 👍Rock Action-Popstock!, 2024

Ni los más fanáticos del culto a Arab Strap esperaban su retorno tras más de quince años separados. “As Days Get Dark” (2021) los traía de vuelta en plena forma, pero para sorpresa de algunos –no en todos los casos positiva– en lugar de seguir su corriente principal de creación, en ese cruce de caminos entre el folk, el post-rock y el slowcore de narcotizada rítmica, tiraron del hilo de algunas de sus canciones con bases electrónicas. “Turbulence” –en “The Red Thread” (2001)– o “The Shy Retirer” –en “Monday At The Hug & Pint” (2003)– mostraban una vertiente de ellos que los acercaba a una especie de dark wave o synthpop gótico, muy a su manera. En esta nueva entrega no solo mantienen, sino que redoblan la apuesta, ya que reducen aún más el número de canciones pausadas y acústicas.

Unos golpes furiosos de batería y un enérgico bajo dan paso a una tensa diatriba de Aidan Moffat en “Allatonceness”, traducible como esa manía de hacer todo a la vez que traen las nuevas costumbres cibernéticas. En ella, dispara contra esos gigantes digitales que nos tienen atrapados y añora el contacto con la naturaleza, pero lejos de predicar hacia fuera, termina con un desmoralizante “tienen mi atención y creo que me encanta”. El formato musical puede haber mutado, pero no así la agudeza observacional de Moffat. Si bien ha cambiado el foco desde esas descripciones sin filtro de sus relaciones sexuales, noches de borrachera y momentos de autodesprecio –no ausente de humor negro– de su primera etapa por una visión de todos los aspectos del enganche con las nuevas tecnologías, redes sociales, etc. No porque no quiera hablar más de sí mismo, sino porque su vida actual ya no transcurre en antros de Glasgow, sino en el salón de su casa, pegado al móvil o al ordenador. Es por eso que en esta crítica descarnada a ese tipo de vida, en parte, se incluye a sí mismo en el lado que recibe sus dardos. Vale la pena sentarse a leer atentamente cada una de las letras. De hecho, esta reseña podría fácilmente convertirse en un comentario de texto obviando aspectos musicales. Y no es por su falta de atractivo. “Bliss” los acerca a la pista de baile para hablar de esos cobardes que aprovechan el anonimato digital para acosar a las mujeres. “Sociemeter Blues” retoma el tono airado para arremeter contra el enrarecido ambiente de X (Twitter), al que él mismo ha estado enganchado y del que le cuesta salir pese a las toneladas de odio y basura que percibe. En “Hide Your Fires” se pone el traje del Leonard Cohen de última etapa para dar por pasados los días de gloria, imaginando a extraños llevando su ropa vieja de juventud, que dejó en los contenedores.

El enganche tecnológico creció durante el famoso encierro y modificó los hábitos sociales de mucha gente que, aún hoy, no ha levantado cabeza. De eso va “Summer Season”, de dar largas a los amigos para solo comunicarse por escrito, hasta el punto de soltar “el sol brilla, vamos a fingir que mi confinamiento no ha terminado”. Entre las variaciones al tema general, una historia real de una anciana que murió sola en su casa en la pandemia y tardaron meses en descubrir su cadáver –en “Safe & Well”, el único tema acústico del disco– y una confesión en primera persona de un conspiranoico que se deja arrastrar por todo aquel extraño que le ofrezca supuestas verdades alternativas –en el baladón sintético con épica final de “Turn Off The Light”–.

Dentro de la oscuridad que dibuja del nuevo mundo, hay espacio para dos canciones en tono positivo, algo inusual en ellos. El single “Strawberry Moon”, un atractivo hit siniestro, presenta la visión de la luna llena como esa fuerza que le hace querer salir de la apatía, a la noche ahí fuera. En “Dreg Queen” –algo así como la “reina de los posos”; el amigo que no dejaba un resto en los vasos que vaciaba– interpela a ese viejo colega, al que no frecuenta ya tan a menudo, a bajar al pub y celebrar la vida cantando a voz en grito los grandes éxitos de la jukebox y beberse la ciudad hasta la madrugada. Al menos por una noche. Quien quiera puede intentarlo con estas canciones. Quizá no es una colección tan variada y fina como la anterior, pero habría que recurrir a los decimales –tan de moda en las críticas de algunos medios– para diferenciarlos. No en vano, en el casi olvidado vocabulario de nuestra infancia, el profesor dudaría entre el notable alto y el sobresaliente en ambos casos. ∎

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