Álbum

Arnaldo Antunes

Novo mundoRisko-Rosa Celeste-Altafonte, 2025

El paulista Arnaldo Antunes (1960) forma parte de la aristocracia del pop y la vanguardia brasileña, un estatus ganado a pulso con una longeva y ecléctica carrera que se remonta a los días del grupo Titãs, verdadero icono de la música del país en la década de los ochenta. Tras abandonar la banda, inició una carrera en solitario como cantante, compositor, poeta –ha editado una larga lista de libros muy influenciados por la poesía concreta, de carácter experimental y visual– y videoartista. Su primer álbum en solitario fue “Nome” (1993) –con colaboración de Arto Lindsay en el tema “O macaco”– y el gran éxito lo encontró con el supergrupo Tribalistas, junto a Marisa Monte y Carlinhos Brown, con el disco de título homónimo editado en 2002.

Su prolífica obra incluye bandas sonoras, discos y vídeos en directo y colaboraciones, como por ejemplo “A curva da cintura” (2012), con Toumani Diabaté y Edgard Scandurra. También es asiduo de la banda portuguesa Clã. El último álbum a su nombre fue “O real resiste” (2020), aunque al año siguiente editó otro, “Lagrimas no mar”, compartido con el pianista Vitor Araújo, cuyos teclados resultan también determinantes en el nuevo disco.

Tras realizar en 2023 una gira conmemorativa con Titãs, le entró el gusanillo de grabar un nuevo disco pop. Para ello se agenció a Pupillo a la producción. Este batería se hizo célebre con la banda Nação Zumbi y en el nuevo milenio ha trabajado con Mundo Livre S/A, Otto, Céu, Gal Costa o Erasmo Carlos, además de en numerosas bandas sonoras. Entre los músicos que han participado destaca el guitarrista Kiko Dinucci, fundador del grupo Metá Metá y que ha colaborado, entre otros, con Elza Soares, Tom Zé, Criolo, Jards Macalé o Baco Exu do Blues.

Con esta sólida base las nuevas canciones de Arnaldo Antunes oscilan de lo reivindicativo y concienciado hacia terrenos de vulnerabilidad personal. Así, la inicial “Novo mundo (citação: MUNDANOH)”, junto al rapero bahiano VANDAL, se convierte en una diatriba inmisericorde contra los usos y costumbres del mundo moderno; algunas estrofas, traducidas del portugués, dicen: “Cada vez más plástico y menos agua / cada vez más cáscara y menos sustancia… cada espacio está vigilado y la conducta más común es hacer trampa / la caja de Pandora abierta de par en par / desde las redes se libera odio anónimo / el miedo es el arma más utilizada / y la peor derrota es el desánimo / bienvenido al nuevo mundo que se desintegrará en el próximo segundo…no hay romance en los encuentros de Onlyfans / nadie más comparte la misma historia / si tienes Google ¿para qué sirve la memoria?”. Verdades como puños servidas sobre un fondo electrónico espectral y unas rimas de apoyo vomitadas con la estridencia adecuada. Tras un inicio con tan poca esperanza hace falta un contrapeso, y nada mejor que “O amor é a droga mais forte”, aunque es un título engañoso porque tanto lo afilado y tenso del decorado sónico como las estrofas inciden, más que en la belleza del amor, en las cicatrices y la tragedia que comporta su adicción.

Otra canción con una letra directa y provocativa es “Tire o seu passado da frente”, en la que canta “no es porque fuiste oprimido que te convertirás en un opresor / no es porque fuiste abusado que serás un abusador / no es porque fuiste detenido que te convertirás en un dictador / no es porque fuiste destetado que tendrás miedo del amor / quita tu pasado del camino / todo puede ser diferente”, servido con un nervioso arranque new wave que ni Devo, aunque luego el tempo vira hacia un tono más lento y experimental, lleno de gritos y lamentos. No menos incisiva es “Tanta pressa pra quê?”, una crítica directa a la sociabilidad impuesta por pantallas, algoritmos y redes sociales que en vez de hacernos más tolerantes incentivan los guetos, el odio y lo perverso: “No puedo soportar tanto movimiento / necesito paz para sobrevivir / todo el mundo tiene una opinión todo el tiempo / todos tienen algo que decir”, clama en una lograda y pegadiza melodía en la que destaca la guitarra de Dinucci, insuflando tensión a una canción que al final parece querer rememorar la atmósfera clandestina de Manu Chao.

La primera aparición de David Byrne es en “Body corpo”, una ingeniosa canción en la que se van alternando sus voces, repitiendo en inglés y portugués los mismos versos, en unas estrofas repetitivas que entran de lleno en el concepto de poesía concreta. De hecho, podría ser perfectamente una canción de Talking Heads. Luego, en la surrealista “Não dá pra ficar parado aí na porta”, siguen la misma tónica bilingüe, aunque las estrofas se alargan mucho más, convirtiendo el “you cant just stand there in the doorway” en el estribillo de un tema de voces arrebatas y pegada funk, con contundente batería, guitarra incisiva y un piano determinante.

En el apartado más luminoso y afectivo destaca su parceria (asociación) con Marisa Monte en un “Sou só” en el que, arropados por arreglos orquestales, ofrecen una caricia pop que conquista de inmediato. Otro logro de MPB actual, que podría firmar Caetano Veloso, es “É primeiro de janeiro”, hecha a medias con la artista conceptual Marcia Xavier. En “Para não falar mal” se junta a Ana Frango Elétrico, uno de los nombres destacados de la nueva escena brasileña, cuyo candor vocal aporta frescura a un tema que también incluye una fase lounge con spoken poetry. Y en “Viu, mãe?” pone música a una letra del legendario Erasmo Carlos, fallecido en 2022, combinando detalles sintéticos, ritmo bailable y saudade vocal. Aunque para melancolía, ninguna como la que desprende “Acordarei”, en la mejor tradición de la bossa nova. Libre de cualquier corsé, Arnaldo Antunes ha vuelto con autoridad a la arena pop. ∎

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