Álbum

Beachwood Sparks

Across The River Of StarsCuration, 2024

Once años sin haber publicado nuevo material, desde ese “Desert Skies”, debut grabado en 1997 que no vería la luz hasta 2013. Doce años si se toma la referencia más cercana, “The Tarnished Gold”, de un también lejano 2012; tiempo considerable para una banda que nunca estuvo a disposición de las corrientes mayoritarias de su tiempo. Tampoco ahora, en pleno 2024. En 2017 Beachwood Sparks sufrieron la pérdida de Josh Schwartz –aquejado de ELA–, guitarrista y compositor, así como miembro original de esta formación californiana. Siete años después del deceso, los tres otros fundadores –Brent Rademaker, Chris Gunst y Dave Scher–, junto a nueva carne (Benjamin Knight, Andrés Rentería, Jen Cohen Gunst, Clay Finch), se levantan del golpe publicando nuevo acetato. El resultado es “Across The River Of Stars”, un trabajo en el que no pierden esa identidad devocional hacia los antepasados de su zona geográfica.

Sonoridades pretéritas que ya reciben al oyente con un “My Love, My Love” de larga intro, piano, steel guitar y marcapasos country hasta su traspaso hippie en una segunda parte que rompe con la primera. El siguiente tema, “Torn In Two”, los asocia con las armonías vocales de The Byrds; no será la única vez que se invoque la presencia de Roger McGuinn, Gene Clark, David Crosby y compañía. La banda californiana recupera con tacto las fragancias country-rock que barrieron su huso horario a finales de los sesenta y principios de los setenta: colindan con el sonido Laurel Canyon y beben a discreción de la escena rock y folk californiana. En “Gentle Samurai” no se alejan de su zona de influencia, un corte de country-folk bañado en esporas de ácido –especialmente en su desenlace– que podría haber salido del baúl de Moby Grape. También encuentran enlace temporal con The Kinks en la luminosa “Falling Forever”, donde brota de nuevo esa marca de agua vocal de los Byrds. En “Gem”, el mejor corte del álbum, sostienen un poso melancólico sin perder la envidiable compostura melódica. Arranca con un piano guiando la sonoridad, y la voz de Gunst brillando, y termina con una cacofonía vocal reforzada por guitarras afiladas, un preciado añadido insertado con maestría. “Faded Glory” los encapsula en un dream-folk nebuloso y alicaído. El country-rock vuelve a ganar espacio en “Dolphin Dance”, un tema con deje de Tom Petty. La aportación de una psicodelia que aporta textura atenuada se manifiesta sin reservas en temas como “High Noon”. Maniatando todas estas reverencias estéticas a tiempos pasados se halla Chris Robinson, el cantante de The Black Crowes, preocupado aquí en labores de producción. Despiden el lote con “Wild Swans”, una píldora indie pop que los aproxima por primera vez a la actual línea temporal.

“Across The River Of Stars” honra a amistades e ídolos perdidos –mención al desaparecido Tom Verlaine en “Gentle Samurai”–, pero especialmente a la figura de Schwartz. Una fogata en el río que invoca esos placeres armónicos y orgánicos de otros períodos. Algunos encontrarán en su propuesta una ausencia de innovación y falta de ajuste a la contemporaneidad. Para otros, para quienes gozamos con el mapa de coordenadas por el que transitan, el disco se presenta como una velada agradable al borde del río de la americana, donde celebrar el country-rock, los añadidos psicodélicos, el folk y, en definitiva, unos tempos, gustos y modales sónicos en desuso pero que mantienen todo su encanto. ∎

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