El francés Bertrand Betsch lleva décadas demostrando su talento musical y originalidad dentro de la nouvelle chanson, con una racha creativa impresionante y tres discos publicados en 2022: “J’ai horreur de l’amour”, un brillante trabajo de canciones; “Souvenirs de Mali”, en forma de postales sonoras, y las versiones de “Jukebox Babe Vol. 1”. Betsch regala discos conceptuales, sabe que la belleza se encuentra en los márgenes, donde florece su maestría como fabricante de canciones, exhibiendo condición y fuerza para ello.
Rescuchando su álbum de debut, “La soup à la grimace” (1997), observamos la grandeza de su lirismo y la singularidad que ya aportaba entonces a sus composiciones. Paso a paso, ha logrado adentrarse y extraer todo el preciosismo que albergaba su propio universo, descubriendo espacios, texturas, colores y ambientes. En este nuevo disco aplica esa máxima tan implacable de la grandeza de las pequeñas cosas, de cómo las canciones se tejen y se cocinan con pequeñas dosis de buenos ingredientes naturales, reflejando toda su inmensidad.
Así, nos ofrece un excelente revulsivo ante el mundo alterado, un buen “kit de supervivencia en un medio hostil” con diez canciones que tratan de cuadrar su propio círculo. Un álbum que en su arranque con “Les grands voyages” evoca la huida, el viaje, como salida a la realidad, utilizando espejismos, ilusiones y otros recursos. “Amor fati” o “Et toi que deviens-tu?” podrían figurar entre sus mejores canciones, con un impulso que viene a decir que los grandes hitos se construyen de tantos pequeños esfuerzos ilimitados. También conquista por su sentido melódico, sus arreglos y por esos textos que relativizan el paso del tiempo (“Vienne la nuit et sonne l’heure”, “Les chevaux de frise”). Sin duda su voz es única y, aunque su timbre no sea su mejor baza, lo explota al máximo.
Planea una melancolía vital en estas canciones, una especie de desencanto y amargura adherido a la edad, pero también una forma de relativizar, de deshacerse de expectativas. Algo que fluye en “Danse sous avalanche”, “J’y pense et puis j’oublie” –con la mirada al pasado, a la juventud– o en “J’irai pleurer sur vos tombes”, esta última otra de sus grandes joyas, como también la sutil belleza de “Nous n’avons fait que fuir”. Y sí, la huida de nuevo como necesidad vital de un mundo donde faltan agarres, sustentos, referentes. “Vers la joie” es quizá el mejor cierre posible a un disco que vuela alto. Una canción que desborda esperanza, alegría de vivir a pesar de esa bruma que aplaca, que oscurece el horizonte. Betsch emerge en este disco con todo su arsenal melódico, dejando su mejor rastro. Nunca está de menos una celebración como esta, porque con Betsch estamos ante ese compositor versátil, el pequeño artesano de canciones que moldea la nouvelle chanson a su gusto y sorprende con sus quiebros y genialidades. ∎