Siete años de silencio y, aleluya, se hizo la luz. O por lo menos un poco. Shaun Ryder y Paul Leverage (Kermit) en el púlpito y pies para qué os quiero si no es para bailar. Para intentar seguirle el ritmo a Bez y jugar a la rayuela con la historia. Soul, funk, spaghetti western, breakbeat y acid house. Vientos como recién abrillantados y dos voceros atropellados dándose la réplica, comiéndose las sílabas y buscándose las cosquillas. “We’re getting old like The Rolling Stones”, canta Shaun mientras explotan burbujas de ácido de “Panda”. Y sí, se han hecho viejos. Y precisamente esa es la noticia. Porque, ¿cuántas posibilidades había de que el hombre que exprimió hasta la última gota del dance-rock viciado, el poeta salvaje que se pasó los noventa con los ojos como platos y la cabeza triturada por las drogas, siguiese aún por aquí?
Así que ahora, décadas después de que los Happy Mondays dominasen la tierra y Ryder avistase ovnis y apariciones de colocón mariano, él es el extraterrestre. El superviviente contra todo pronóstico que se ha pasado dos décadas flirteando con lo inesperado. Y no, no es una manera de hablar: antes de sacar a Black Grape del congelador para retomarlo justo donde lo dejó “Pop Voodoo” (2017), Ryder ha tenido tiempo para participar en el reality de la televisión británica ‘Celebrity Gogglebox’ (con Bez, claro), publicar el libro “How To Be A Rock Star” (2021) y, que no falte de nada, formar junto a Zak Starkey, Andy Bell (Oasis, Ride) y Bez el supergrupo Mantra Of The Cosmos.
Es así como llegamos a “Orange Head”, un disco que nadie había pedido pero que recupera el espíritu, no siempre la puntería, de los Black Grape más gamberros y canallas. Grabado en Albuñuelas (Granada) en la casa-estudio de Youth, el cuarto disco de los británicos en tres décadas es una suerte de homenaje a la escena de clubes de los noventa y, al mismo tiempo, una reflexión sobre el envejecimiento, la muerte y el duelo. Temas a priori muy poco hedonistas pero con los que arman la mutante y retorcida “In The Ground”, desguace de hip hop abrasivo habitado por los fantasmas de Paul Ryder, hermano de Shaun y bajista de los Happy Mondays, y el padre de Paul, fallecidos ambos pocos meses antes de empezar a grabar el disco.
Ese contraste entre mortalidad y carnalidad, entre alegrías del cuerpo y penas del alma, es lo que acaba enriqueciendo un disco que bucea en una piscina olímpica de dub tóxico, sabotea la cadena de montaje del hip hop y salpica con incrustaciones latinas el rodillo dance de “Pimp Wars” y “Button Eyes”. La vieja fórmula renace con brío en“Quincy” y “Self Harm” y, vaya, es precisamente ahí donde se hace evidente que “Orange Head” no es “It’s Great When You’re Straight… Yeah” (1995). Nada grave. Porque “Sex On The Beach” suena de miedo, “Milk” es una invitación para tomar la pista de baile al asalto, y la voz desportillada de Ryder sigue siendo la mejor bandera (pirata) de presentación. ∎