Álbum

Blawan

SickElixirTernesc-XL-Popstock!, 2025

Los fans de Blawan veníamos preparándonos para la llegada de este álbum al menos desde 2021, cuando apareció “Woke Up Right Handed”. Ese EP suponía un giro bastante claro de Jamie Roberts hacia un nuevo terreno; no sabíamos muy bien aún cómo definirlo, pero sí que era el inicio de algo serio. Luego vinieron “Dismantled Into Juice” (2023) y “BouQ” (2024; los tres en XL via Ternesc, su propio sello), que confirmaron y ampliaron, cada uno un poco más que el anterior, el nuevo “territorio Blawan”: más intenso que nunca, cortante, abrupto y desconcertante. Así que “SickElixir”, anunciado durante mucho tiempo y cuya espera se ha hecho larga, no debía suponer en realidad una gran sorpresa. Pues error: el impacto de su escucha ha sido colosal e inesperado, mucho mayor de lo que cabría esperar.

Como un maestro shaolín capaz de controlar sus impulsos tras horas de concentración y de guardarse su mejor golpe para el final, Roberts ha soltado la obra más radical e innovadora del techno de este año, y probablemente de lo que llevamos de década. En “SickElixir” hace lo que un músico superdotado como él tendría que intentar hacer siempre: inventar un nuevo lenguaje que lleve el contexto en el que se encuentra a otro nivel. Un idioma que aquí es hipertenso, distorsionado y amenazante, encapsulado en temas cortos que concentran todo su poder en pocos minutos y evitan en todo momento la monotonía, enemiga de ese techno que se mira demasiado a menudo en el ombligo y del que Blawan siempre ha querido escapar. Y si el lenguaje tiene que ver con las voces, estas son aquí también insólitas: guturales, deformes, llevadas al extremo, funcionando en varios momentos como golpes de percusión (como en las increíbles “Casch”, “Creature Brigade” y “WTF”).

Pero lo más interesante de todo, más incluso que el diseño sonoro, es que debajo de esa primera capa de ferocidad, malestar y dientes muy apretados, Blawan se las arregla para encontrar una melodía, un silencio o un timbre de voz que toca nuestra fibra sensible y despierta una emoción indefinible, muy poco frecuente en la música de hoy (y más en el espectro electrónico). Primero te atrapa por el sonido; después te mata con su sinceridad. No por nada este disco refleja una etapa de su vida marcada por la adicción a las drogas, la muerte de amigos y la incomodidad de sentirse encasillado a una escena, la de Berlín, demasiado acomodaticia y complaciente.

No parece aventurado, pues, afirmar que Roberts lleva un tiempo queriendo escapar de ambos lugares, el interior y el exterior. Para ello, además de volver a Leeds y luego instalarse en Lisboa, ha decidido agarrar el cuchillo, cortar todas las correas que lo mantenían maniatado y mirar hacia sus orígenes (el metal y el hardcore que practica en Persher, junto a Pariah) para acabar entregando su obra más contundente y personal. Un monstruo peligroso y violento, pero con un corazón gigante.∎

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