Álbum

Bolis Pupul

Letter To YuDEEWEE-Because, 2024

Yu Wei Wun es la difunta madre de Boris Kor Tom Zeebroek, nombre real de Bolis Pupul. Ella era originaria de Hong Kong. Boris, nacido y criado en Bélgica, había crecido dando la espalda al legado materno hasta que años después del deceso sintió el impulso de viajar hasta allí y tratar de conectar con dichas raíces. Este disco es su forma de redimirse y de comunicarle que ha buscado su huella donde ella creció.

Aunque “Letter To Yu” es su primer álbum en solitario, el que firmó junto a su compatriota Charlotte Adigéry –“Topical Dancer” (2022)– fue toda una sorpresa en la escena de la música de baile, siendo lanzado además desde un pequeño país con tradición de buena música electrónica que en los últimos años no había aportado grandes nombres a nivel internacional. Entre los más recordados está Soulwax –también conocidos en su otra faceta como 2manydjs–, que son los productores de ambos trabajos. Si en el primero se apreció el sonido diseñado por Bolis pero los focos se los llevaba su compañera Charlotte, de magnética voz, en este trabajo en solitario lleva el sonido por otros caminos. No solo los geográficos de su viaje asiático, que están bien presentes desde la apertura con la canción titular. En ella lee una carta a su madre con la voz grave a bajas revoluciones por minuto con el contrapunto de unos teclados que hacen pensar en el maestro Ryuichi Sakamoto. El japonés es fuente de inspiración también con su grupo Yellow Magic Orchestra para el synthpop vintage de “Completely Half”, en la que canta sin alardes el propio Pupul en el modo suave de Markus Archer, de The Notwist.

Hay un punto de extrañeza en el exotismo de ciertos samples –algunos grabados en las calles de la ciudad autónoma china– y arreglos, como esas voces infantiles en “Goodnight Mr Yi” que lo acercan a grupos que juegan con el misterio de otro mundo, como The Knife o Gang Gang Dance. La melódica “Ma Tau Wai Road”, cantada por su hermana Salah con sugerente voz, deja con ganas de más intervenciones suyas. Habrá que esperar a nuevos trabajos.

Aparte del pop electrónico con toques orientales y de la electrónica deudora de pioneros como Kraftwerk o Giorgio Moroder, asoman la cabeza el techno primerizo de Detroit y el house de Chicago. Hay varios temas con el peligro de una pista de baile de un after berlinés: “Doctor Says”, con un zumbido agudo cual taladro dando la réplica al beat, o la amenazante “Kowloon” –como el barrio al que nombra–, con densos bajos y cambios de ritmo con que los DJs tentarán y excitarán al personal. El electro de “Frogs” –no aparece en la edición en vinilo, sí en las digitales y en CD– engorda los bajos para incitar al baile. “Spicy Crabs”, con insinuantes ecos de dulcémele, podría ser parte de la banda sonora de una película retrofuturista. No deja de resultar fascinante el manejo de todas esas músicas que en tiempos pretéritos imaginaron un futuro que finalmente no llegó y quizá por ello no pasaron de moda.

En cierto modo, aunque pueda verse un hilo común, el álbum tiene cierta dispersión de muestrario que trae la variedad de palos que el belga es capaz de tocar. Desde un punto de vista pop, se echan en falta más temas cantados, pero ciertamente ya hay muchos álbumes así ahí afuera. Para el cierre, relaja las pulsaciones con “Cosmic Rendez-Vous”, una balada sintética con teclados melancólicos y frases en chino como salidas de un contestador automático para despedir el hipnótico viaje mirando al más allá, justo como empezó. ∎

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