Bon Iver comienza su nuevo trabajo con las tres primeras canciones de su anterior EP, cuyo carácter era introductorio desde el comienzo. “SABLE,” publicado en octubre del año pasado, acababa en coma y no en punto. Se trataba de un compendio de dolor, acordes menores y un minimalismo acústico en el que Justin Vernon no le encontraba demasiado sentido a la vida. “I know now that I can’t make good, but how I wish I could” (“Ahora sé que no puedo hacer el bien, pero me gustaría poder”) son los primeros versos de “S P E Y S I D E”: Bon Iver narraba esos momentos de tristeza tan profunda en los que no recordaba que alguna vez había sido feliz. La vida misma, afilada como un sable, y el cantante haciéndose el harakiri. Sabía, sin embargo, que tarde o temprano iba a darle la vuelta a la tortilla, y ahora presenta la historia completa: una transición hacia algo más luminoso en la que lo anterior toma otro significado.
“SABLE, fABLE” es su primer disco en seis años, y comienza a gestarse en febrero de 2022 en April Base (el estudio de Justin Vernon en Wisconsin). La primera canción en nacer fue “If Only I Could Wait”, coproducida junto a Jim-E Stack y con la colaboración de Danielle Haim: trata sobre encontrar a la persona adecuada en el momento inadecuado. En ella, ambos se preguntan si son capaces de seguirle el ritmo al otro ahora que acaban de salir de un bache emocional. Ahí es donde el sable se convierte en “fABLE”: la fábula, la moraleja por la que se supone que saldremos mejores. Pero, a su vez, esa efe minúscula abre un nuevo camino: “ABLE”, es decir, ser capaz de seguir hacia delante pese a todo. “Everything Is Peaceful Love” es esa canción en la que el azul se transforma en amarillo y el Bon Iver de “For Emma, Forever Ago” (2007), que parecía haber retornado en su último EP, vuelve a evaporarse. Esta, que a priori parece que se va a quedar como la más definitoria de su nuevo lanzamiento, es una balada de soul, góspel y lo-fi beats entre volverse a enamorar y temer que ese yo más oscuro regrese.
Por mucho que la moraleja sea que la luz siempre vence a la oscuridad, Bon Iver siempre va a ser el compositor melancólico y taciturno que sus primeros trabajos auguraban. Si el capítulo de “SABLE” aúpa su guitarra rasgada como icono triste, los beats folktrónicos que comienzan a partir de “Short Story” no reflejan la tranquilidad plena (más que una sonrisa, sacan una mueca). “Walk Home”, que fusiona la música para estudiar de YouTube (un género en sí mismo) con unos arreglos de cuerda y un estribillo gobernado por su característico falsete, no asocia el hogar con la calma: más bien, siempre hay una puerta por cerrar. Ese hogar, al fin y al cabo, siempre va a ser una casa hecha de troncos de madera en mitad del bosque. Tan alejada del mundo que, para que Dios se percate de su existencia, hay que llamarlo mucho más fuerte: no sorprende, pero sí resalta la influencia coral eclesiástica del álbum, que obtiene su máximo apogeo en “Day One”.
El álbum acaba como empieza. “…”, en “SABLE,”, era una obertura de 12 segundos fusionada ahora con “THINGS BEHIND THINGS BEHIND THINGS”. “Au Revoir” es una outro de eco-ambient donde el piano imita timbres acuáticos y los pads evocan instrumentos que sí existen en el mundo tangible (violines, flautas). Su predecesora es “There’s A Rythmn”, un R&B quejumbroso que acaba en una coda larga del motivo principal. Empieza como acaba y, a su vez, le da otra vuelta. “Todo puede cambiar en un período corto de tiempo. Puedes rehacerte, puedes vivir de nuevo, lo que fue dolor ahora desaparece. Se establece un nuevo camino, ¿y sabes qué es genial? Nada permanece igual”, canta Vernon en “AWARDS SEASON”. Nada permanece igual y, al mismo tiempo, todo sigue siendo lo mismo. ∎