Álbum

Brian D’Addario

Till The MorningHeadstack, 2025

No sé qué deben comer los hermanos D’Addario. Desmienten que vivamos en 2025. Niegan el pulso evolutivo del pop. Al menos hasta 1973, o así. Dominan la exquisitez melódica, las armonías vocales impolutas y la tierna caligrafía de esa encrucijada histórica en la que el pop barroco, el sunshine pop y el power pop se daban la mano. La época inmediatamente previa a aquella en la que su padre, Ronnie, otro ser fuera de tiempo y lugar, se buscaba la vida en estas lides. Y delinean sus canciones con tanto candor y maestría que apenas se les puede afear su extemporaneidad.

Que te parezcan clásicos o trasnochados ya depende de tu prisma particular, aunque creo que opositan más bien a lo primero. En su aplicación de la escuadra y el cartabón no escasea el alma. La obviedad de sus referentes no incurre en una tosca mímesis. Stephen Kalinic, colaborador de los Beach Boys en su fase imperial, comparece en los créditos de “Song Of Everyone” como firmante de su letra, pero el influjo de la legendaria enseña californiana no va más allá.

Dando esto por sabido y sentado, el debut en solitario del mayor de los D’Addario no roza la excelencia de los mejores trabajos de los Lemon Twigs. Es un bonito complemento, pero no una pieza esencial en su discografía. Y eso que prácticamente vuelve a ser un producto fraternal, con Michael coproduciendo casi todo y coescribiendo dos cortes, entre ellos “This Summer”, no en vano una de sus mejores dianas, con un deje a los XTC de “Oranges & Lemons” (1989) surtidos por una pedal steel guitar, instrumento que es rasgo distintivo en un disco que en momentos se presenta a sí mismo como “country barroco”, algo que también trasluce en “One Day I’m Coming Home”, en una onda Glen Campbell.

Ese plus diferenciador es a la vez su mayor hándicap, porque la proliferación de baladas acústicas (“Song Of Everyone”, “What You Are Is Beautiful”) y otras algo más ornamentadas con delicados arreglos o prominentes cuerdas (“Only To Ease My Mind”, “Useless Tears”) hace que se eche en falta algo de punch. O al menos algunas composiciones con el pálpito Bee Gees de “Till The Morning”, el Beatle de “Nothing On My Mind” o el Lovin’ Spoonful de “Flash In The Pan”. Son treinta seis minutos que merecen ser degustados y hasta bien custodiados, aunque quizá no precisamente atesorados de cara al futuro. ∎

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