Con la tecnología del nuevo siglo, el tópico del joven solitario en su habitación, en una ciudad de provincias, soñando despierto, salvado por la música, había encontrado una vía pragmática en el bedroom pop. Un háztelo tú mismo, con producción modesta, tirando a amateur, con el talento, cuando lo había, concentrado en el gancho melódico. Eso está muy bien, pero Wes Leavins, aka Brigitte Calls Me Baby, estaba loco por la música de Elvis y Roy Orbison y en sus karaokes privados en la casa de sus padres en Port Arthur, Texas, soñaba en hacerlo a lo grande, cantando ante un gran auditorio repleto de fans locos y locas por él. El romanticismo adolescente de las películas de los años ochenta de John Hughes –“The Breakfast Club” (1985) o “La chica de rosa” (1986)– con sus bandas sonoras con The Psychedelic Furs o The Smiths y la nostalgia por una época no vivida acabaron de exacerbar su pasión por el pop y las ganas de salir al mundo y subirse a un escenario. El premio gordo le llegó al ser elegido en el casting del musical para teatros “Million Dollar Quartet”, nada más y nada menos que en el papel de Elvis. El productor habitual del country Dave Cobb lo vio y se lo recomendó a Baz Luhrmann, que, si bien no le dio un papel de actor en su película “Elvis” (2023), lo enroló en la banda para realizar las adaptaciones del repertorio del Rey.
Instalado en Chicago y con la moral por las nubes, consiguió montar una banda para dar salida a sus propias canciones. En 2023 el EP “The House Is Made By Corners” incluía cinco canciones, bien recibidas, que, conservador, ha decidido mantener en su primer LP junto con otros seis temas, producidos por el citado Cobb. Por si hay dudas de quién es el líder, su voz suena muy por encima del sonido del resto de instrumentos, que no se complican la vida, convirtiéndose en la puerta de entrada a la música del grupo. Sus arabescos y teatralidad, muy en la línea de sus citados ídolos, pueden provocar que guste o genere rechazo a primera escucha. En cuanto a las canciones, es una colección de puro pop romántico arrebatado que va al grano, con estribillos pegadizos y grandilocuentes. Por esa vía mantiene un lazo invisible con The Last Dinner Party. Al igual que ellas, no inventa ni arriesga, pero si un fan de Morrissey en solitario difícilmente podrá resistirse al encanto de “The Future Is Our Way Out”, otro de The Smiths no podrá dejar de pensar en “Ask” mientras escucha “I Wanna Die In The Suburbs” o en “There Is A Light That Never Goes Out” si se fija en la letra: “Oh, I wanna die in your four-car garage / Turn out the lights, then send in the entourage”. El tupé, las anchas camisas de seda y sus movimientos en varios de los vídeos apuntan en la misma dirección.
En “Eddie My Love”, en cambio, se pone las gafas oscuras del autor de “In Dreams” en una historia de una amistad masculina que puede que sea algo más. La temática romántica con guiños irónicos y ese tira y afloja entre el orgullo del que se siente especial, pero tiene la capacidad de verse las costuras, está presente en la mayoría de los temas. En “Palm Of Your Hand” pueden recordar a The Drums, quienes comparten parte de las fijaciones de Leavins, y la fórmula de The Strokes de juguetear con un saltarín ritmo Motown le sienta bien a “You Are Only Made of Dreams”. Quizá el momento menos inspirado sea la balada final, “Always Be Fine”, que se mira en el espejo del Rey del rock, pero no es lo mismo interpretarlo en un musical que tratar de emularlo con tus medios: Richard Hawley brilla mucho más en ese tipo de canción. El balance, si no se mira con lupa el árbol genealógico de los temas, ni se exige que capturen el zeitgeist de su tiempo, es positivo. Salen una decena de perlitas de pop apasionado, sin cinismo, que buscan esa conexión de la melodía perfecta disparada a bocajarro. Más de una lleva unos días incrustada en el lóbulo temporal de este incauto servidor. ∎