Álbum

Calexico

Feast Of WireCity Slang-Virgin, 2003
A pesar de todo lo bueno que contenían “Spoke” (1997), “The Black Light” (1998) y “Hot Rail” (2000), por no mencionar unos discos de gira nada desdeñables, “Feast Of Wire”, cuarto álbum oficial de Joey Burns y John Convertino, alias Calexico, ha de ser uno de las obras más sorprendentes de lo que llevamos de año. Supone la cumbre emotiva del dúo de Tucson (Arizona), su párrafo más cálido, más accesible. Contiene, claro está, historias de horas desesperadas, carreteras perdidas y vidas rebeldes, aunque esta vez narradas con fuerza inédita. Pero si este disco sorprende es, sobre todo, por su capacidad para aprehender estilos divergentes en un continuum tumultuoso y a la vez coherente, una mezcolanza de sones que jamás induce a la indigestión.

En el pasado, Calexico ya mostraron su afán por ensuciar el country alternativo con rudimentos ajenos, sobre todo del folclore de México –la colisión mariachi-country es el germen de su estilo– y del ambient según Disjecta. Pero en “Feast Of Wire” ya superan con precisión sus propias fronteras: en la fórmula de Calexico cristalizan los breaks cinematográficos (“Attack El Robot! Attack”, la portisheadiana “Black Heart”), el jazz cool en sintonía con Charles Mingus (“Crumble”), la electrónica microscópica (“Pepito”, esa subtrama de “Woven Birds”) o la psicodelia pop (en una de las canciones del año, “Not Even Stevie Nicks”). Todo vale, siempre y cuando duela.

Ya no sirve eso del country alternativo para hablar de Calexico. Incluso aquello del rock fronterizo se cuestiona, aunque los vientos mariachi todavía tienen bastante que decir en su western urbano; son reyes de “Close Behind” o “Across The Wire (Widescreen)”. Porque “Feast Of Wire” abraza la música como un ente sin restricciones. Se nota que es un disco pensado por melómanos perdidos y que esa banda –donde brilla la pedal steel de Paul Niehaus (Lambchop)– está viviendo la mejor parte de su vida mientras toca sus instrumentos.

Por discos tan emocionados y tan emocionantes como este merece la pena seguir aguantando discos malos, discos peores, días difíciles. Se camina en su interior y ya no se quiere salir para nada... ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados