Las mejores canciones no siempre surgen de la armonía entre elementos redondeados, sino que pueden ser también producto de las fricciones productivas entre partes que no acaban de ir de la mano. A esa búsqueda de lo perfectamente imperfecto, de lo incompleto por voluntad, de lo inasible y lo mágico, se entregan caroline en un segundo disco incluso más emotivo que aquel revelador “caroline” (2022). Si antes podíamos situarlos en la intersección de folk, emo y post-rock, ahora las etiquetas comienzan a quedarse cortas y empezamos a meditar sobre cómo describir lo desconocido.
Según ha explicado Jasper Llewellyn, miembro fundador del octeto, el primer largo del grupo era un “recopilatorio”, mientras que este es más una “declaración”. Suena a proyecto meditado y cohesivo, sin que eso signifique colección de cabos atados, más bien todo lo contrario. Combinando lo orgánico y lo artificial, las maquetas y las grabaciones de estudio de formas únicas, caroline consiguen un disco abierto, expansivo e infinito, de aquellos (tan raros) que suenan diferentes a cada escucha.
Ya lo avanzaba el single “Total euphoria”, de estructura bellamente diabólica: una batería estrepitosa se une a un insólito trenzado de guitarras (una rápida y aguda, otra más lenta y grave) para formar un bucle sobre el que acaban flotando las voces de Llewellyn y Magdalena McLean, el trombón o el clarinete bajo; todo ello, de golpe, arrasado por un tsunami de ruido electrónico que acaba reculando e integrándose en la oferta inicial.
La arrastrada “Song two” (no es versión de Blur, como tampoco “Coldplay cover” es versión de nada de Coldplay) o la maravillosa “When I get home” nos recuerdan que incluso los innovadores suelen tener antepasados y que deberíamos hablar más a menudo de Hood, quienes combinaban géneros similares del mismo modo esquivo y también sabían sacar emoción pura de la abstracción. Pero caroline han preferido sacar a colación a Backstreet Boys hablando del comienzo de “Tell me I never knew that”, extraño hit (de estribillo repetido solo una vez) cantado por otra Caroline, Caroline Polachek.
“Coldplay cover” sorprende tanto como “Total euphoria”: cuando creemos estar oyendo una prístina canción folk en delicado crescendo, el ingeniero se lleva un micrófono del salón a la cocina para grabar un tema que es puro susurro mientras al fondo siguen sonando los coros de la primera. En “U R UR ONLY ACHING” se produce un vértigo parecido: cuando el subidón out rock empieza a alcanzar su punto más álgido, sónicamente exuberante, saltamos a una parte grabada como maqueta en el Nunhead Cemetery de Londres.
Acaban de hacerlo todo absorbente esas letras tan basadas en frases repetidas, mantras enigmáticos (“¿hemos hablado alguna vez de cómo los dejaste?”) a los que el oyente puede dar el significado que desee. Algunas frases cortas pueden sonar en distintos temas, como sucede con “lightning on sky”, primero oída en “Song two” y más adelante en la gritada, cíclica “Two riders down”, penúltima etapa que desemboca en un tema con cuyo título no engañan: “Beautiful ending”. ∎