Álbum

Chaqueta de Chándal

Futuro, tú antes molabasBankrobber-To Be Confirmed, 2022

Es más maduro, más diverso, más hábil en el reflejo de sus diferentes estados de ánimo y en su forma de modular su sonido. Y aún más inspirado a la hora de bautizar sus canciones. Porque pocas bandas hay como Chaqueta de Chándal si se trata de encapsular la desazón generacional en títulos de lo más guasón. Y es que si hay que espolvorear sal en la herida, porque así no va a curar ni a la de tres (difícil solución tenía ya esto), pues que al menos pique un poquito y nos cosquillee las reservas de dopamina para provocarnos unas buenas risas.

Así es el segundo álbum del power trio que forman Guillem Caballero (voz y teclados, ex Surfing Sirles), Natalia Brovedanni (voz y guitarra, ex Santa Rita) y Alfonso Méndez (batería y coros, ex lo:muêso). Hace dos años fue “A moderno resabiado no le mires el dentado” la punta de lanza (sigue siendo su corte con más reproducciones, con diferencia) de aquel vitamínico Gimnasia menor” (2019) que les valió como aldabonazo. Ahora, tras el tajo en su progresión –al menos como banda en directo– que impuso la puñetera pandemia, el dispendio de títulos memorables empieza a rivalizar con su destreza a la hora de dosificar sus (notables) argumentos.

Detentores de una retranca que tradicionalmente ha sido más habitual en el indie madrileño (o en bandas de su órbita más cercana, como los toledanos Emilia, Pardo y Bazán, por solo mencionar un ejemplo reciente), el trío barcelonés despliega en diez canciones y 42 minutos todo su catálogo de recursos: ya sea en la borrasca shoegaze que corona la sensacional “Firme usted aquí”, temprana cima del disco que cuestiona los compromisos que adquirimos y las cláusulas que firmamos; ya sea en el pop gomoso y esquizoide de esa “Vademécum” que resalta la adicción moderna a las pastillas como remedio para cualquier mal ante la alegría de la industria farmacéutica o ya sea en esa “La conquista del champán” que combina teclados y guitarras en una ácida aleación de pop fornido que bien puede recordar a The Rentals. Si es que alguien se acuerda aún de ellos.

El discurrir de su minutaje no hace más que apuntalar su versatilidad, de lo más expansivo a lo más sucinto. De lo más vaporoso a lo más sólido. Del guiño evasivo al furibundo pataleo. Así es como como se pasa del pop diáfano y algo perverso de “Tutorial para villanos”, con largo desarrollo de guitarra y trompeta al abordaje de la dependencia de los videojuegos, las redes sociales y las fake news, a la humorada circular que es “Presos y políticos y viceversa”, insidioso bucle sin fin (no podía ser de otra manera).

Entre medias, las radiaciones psicodélicas de “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir Bezos?”, la profecía también un poco lisérgica de “De mayor quiero ser viejo”, el rock a piñón fijo de “Queremos ir a misa” o el ralentí anti polarizador de “Tú a Boston y yo a California”. Y ya al final, el engañoso remanso de pop plácido de “Los stories de Unabomber”, siete minutos que inciden en la idea de que el futuro “antes molaba mil” y ahora se ha quedado en esto. Este paisaje de tierra quemada.

Mucha chanza, necesaria como el respirar. Pero también mucha molla en esta notable reválida. ∎

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