Está claro que la trayectoria que se está labrando este trío de Carballo comienza a ser ya algo serio. Muy serio. Con este “Unha fogueira intacta” no solo subrayan su condición de gran grupo pop gallego del momento, sino que ya reclaman un hueco entre las propuestas estatales más nutritivas en eso de reescribir el pasado mirando hacia el futuro.
Desde que, en 2014, arrancaron con una apuesta que prendía la mecha en Surfin’ Bichos, mirando hacia los horizontes del “Disintegration” (1989) de The Cure, Chicharrón han ido evolucionando hacia la luz por medio de la oscuridad. Contradicción que tuvo su apogeo en el flujo Joy Division destilado en “Cancións clínicas” (2018), su anterior LP, y que en esta ocasión han enfatizado mucho más por medio de una proliferación de sintes antárticos, afiladas brumas dark ambient y un enfoque minimal del avant-garde synthwave que alcanza su punto culmen en “O mes sen minutos”.
Pero hay más, mucho más. Vaya que sí. Si con su álbum previo parecían haber tocado techo, ahora doblan la apuesta, pasando una soga por cada músculo de su lírica, atenazando las armonías en canciones moldeadas desde el filo de la navaja. Brutal combinación de excitación y peligro, a través de la cual solo es posible tallar hasta el hueso arrebatos pop tan memorables como “Outono de fíos eléctricos”. En este corte en particular alcanzan desafiantes cotas de intensidad melódica a la altura de los momentos más panorámicos de sus adorados The Cure. Por su parte, en “Ondeando” descargan calambrazos EBM, mascando la tensión hasta el último gramo.
En total, estamos ante once canciones atléticas, peligrosas en su contundente y fibrosa fisonomía apolínea, resultado de su continua lucha entre luces y sombras, donde tanto cabe el reflejo de los Big Black más violentos como la metodología hauntológica, a lo Ernst Hood, en “Xogando nunha praia de entullos”. Demasiados manjares prohibidos como para no ceder ante un pecado tan placentero. ∎