Uno de los proyectos más inclasificables de la Ciudad Condal, ajeno a modas y capillas, presenta su tercer recuento vinílico tras los escasamente difundidos
“Arrebato” (1984) y
“El silencio” (1986). El grupo que comanda Pedro Burruezo, férreo defensor a ultranza de su independencia creativa, curioso poeta siempre caminando entre lo sublime y lo ridículo, entre el impulso y el calculado diseño de canciones, consigue con esta
“música para desheredados” el mejor acercamiento a la verdadera y rica personalidad de
Claustrofobia.
Han contado con más medios técnicos que en anteriores experimentos y el sonido, potente y claro, permite disfrutar de las apasionantes mezclas de ritmos y sabores que se agolpan en sus surcos. Ecos de rumbas gitanas, protestas africanas, fogonazos latinos, lamentos minimalistas, funk desquiciado… Un arrebato vocal te trae a la memoria a Camarón de la Isla y, acto seguido, ya te han transportado a un mundo de percusiones que entronca con un recitado rasta que, sin pérdida de tiempo, recupera los climas enfermizos del desaparecido Jaume Sisa.
Y es que
“Repulsión” es un álbum que, ante todo, funciona por su absoluta y sana falta de complejos a la hora de rastrear y mezclar esencias de dispares procedencias y apariencias. Funciona por su carácter de pieza insólita en un mercado pop donde la personalidad de las bandas parece diseñada por ordenador y funciona, sin duda, por el empuje que Burruezo transmite a sus historias: se adivina el halo del creador que, sin reservas, apuesta sin trampas y con riesgo por su trabajo. Ritmos programados y sintetizadores cohabitan sin roces al lado de guitarras acústicas, congas, bongós, piano y saxo. Y hay unas colaboraciones muy especiales: la del músico de Costa de Marfil Aimé Loba, reclutado en los barrios bajos de la ciudad, fundamental en el entramado rítmico, y la del gran Robert Wyatt, que canta en castellano la preciosa
“Tu traición”.
Si añadimos la inclusión de un óptimo e inesperado
“Sex Machine”, ya no hay duda (¿la había?) de que este álbum es un magnífico exponente de la mejor música que se hace en Barcelona y en España. En las antípodas de Desechables o de los difuntos Orgullo de España, pero con su mismo y rabioso poder de trabajo singular, consecuente e irreductible. ∎