Doce años llevaba Doctor Explosión sin publicar material nuevo (“Hablaban con frases hechas”, de 2010, era su último álbum hasta el momento). No han estado muertos en este tiempo, ignoro si de parranda, aunque probablemente sí, ya que han hecho sus giras por América del Norte y del Sur con una formación mutante de la que solo sobrevive como miembro original su carismático líder, Jorge Muñoz-Cobo. Este también vivió un tiempo en Austin y ha seguido muy activo grabando a bandas en su estudio y santuario de lo analógico, Circo Perrotti, en Gijón.
El octavo largo de la banda muestra lo mismo de siempre y, al tiempo, una interesante perspectiva nueva. Permanece en su discurso la centralidad del desenfreno, de una irreverencia libertina y un tanto “monguer” frente a un mundo externo que se la pela. O se la pelaba, porque la diferencia es que ahora no ocultan tanto su autoconciencia frente a esa mirada de la sociedad, la superioridad moral a la que apuntan con el dedo. Hay momentos en que ese enfrentamiento suena de modo aplastantemente obvio, como en la balada “Vestir de mujer”, que podría sonar a gracieta y, sin embargo, adquiere un inusual candor en la interpretación vocal de Jorge Explosión, con la sensación de que se mete dentro del personaje desde el mismo corazón. Más significativa incluso es “Paleto”, su lúcida adaptación de “They Call Me Country”, de Lee Hazlewood. En ella, Jorge parece hablar de sí mismo cuando canta “algunos afirman que soy mod / y otros de los Rolling Stones / y me llaman paleto” –aunque, en realidad, haya cambiado radicalmente de imagen en los últimos tiempos–, y de sus propias aspiraciones: “Mi sueño es salir en televisión / en un programa cultural de La Dos / y me llaman paleto”. Esa misma inquietud por no tener mayor reconocimiento también se advierte en “El día que David Bowie murió”, donde narra, con cierto toque de fantasía, lo que hizo cuando se enteró de la noticia, pero también dice: “Con frecuencia últimamente / mueren estrellas del rock / en fatales accidentes en sus carritos de golf / Yo trabajo cada día y me labro un porvenir / y hasta puede que con suerte / alguien se acuerde de mí”.
El tono reflexivo no riñe, en ningún caso, con una pulsión eléctrica vigorosa y cargada de la misma energía juvenil de los inicios del grupo, especialmente patente en temas como “Insatisfacción”, “Grises”, “Apego evitativo” y “La polilla”. Se antojan perfectos para el hábitat ideal de la banda asturiana, que siempre ha sido el directo, como bien pone de manifiesto la propia portada del disco. ∎