Álbum

Dorian

Futuros imposiblesIntromúsica & El Temblor, 2024

Si Ritual” (2022) fue el comienzo de algo nuevo, este “Futuros imposibles” pone en solfa aquel reseteo porque, en cierto modo, es un retorno a su fórmula habitual. Con muchos matices, eso sí. El ánimo mundialista, multicolor y colectivo de aquella incursión americana (en la que permeaban rastros de cumbia, trap o hip hop) se evapora en este séptimo álbum de Dorian en favor de una vuelta a lo que mejor han sabido hacer siempre, aunque a mí personalmente me hubiera suscitado mucha curiosidad verlos ahondar en su senda de hace un par de años: muy posiblemente, mis deseos no se correspondan con los de sus fans de toda la vida, porque mi canción favorita de este disco, la fresquísima y revitalizante “Una noche más”, con un punto a la nueva ola hispana de los ochenta antes de anquilosarse (es decir, de pasar a ser movida en su fase de decadencia), es la menos escuchada en plataformas de streaming de esta colección de diez. Porque esta es más una colección de canciones que un álbum ungido por un concepto, aunque en tres de ellas sobrevuelen los inevitables estragos de la ruptura de pareja entre Marc (Gili) y Belly (Hernández), meritoriamente resueltos a favor de cicatrizar heridas por el bien común, al más puro estilo de unos Fleetwood Mac –pero sin aquellas pullas líricas rebosantes de acritud– y sin querer caer en el abultado capítulo de dolientes discos posruptura. Que tan socorrido resulta y que tantas obras magnas (y también algunos tostones) nos ha dejado, claro. Quizá no haya otra forma de recapitular lo mejor de su relación que apelar también a lo mejor de su proyecto y desechar experimentos de incierta resolución.

Aquí hay tres colaboraciones en lugar de cinco, pero todas obedecen a un propósito. Se insertan en un discurso que equilibra las propiedades de anfitrión y convidado. La fibrosa “El sur”, de guitarras eléctricas galopantes reforzando la idea (central en su carrera) de escapismo, parece hecha a medida de Santiago “Motorizado”. “Lo que recuerdo de ti” tiene en Rafa Val (Viva Suecia) un aliado imprescindible a la hora de acentuar el escalado épico de una tonada de sesgo existencial (“nadie nos enseña a vivir, nadie nos enseña a morir”) que será muy bien recibida en todos esos festivales que ya sabéis. Y la argentina Daniella Spalla contribuye a que la balada “A cámara lenta”, que arranca sostenida sobre piano, resulte (para mi gusto) excesivamente azucarada en su vocación mainstream. Tampoco son los barceloneses una banda propensa a demorar tanto el tempo, y es aquí donde conviene hacer hincapié en las novedades, todas colocadas en el segundo tramo del minutaje de un trabajo inteligentemente secuenciado: la acústica “Elegía”, que no tiene nada que ver con New Order (pese a su título: se nota mucho más su huella en “Algo especial”, eficiente adelanto), hojea el libro de estilo del primer Bon Iver en una autopsia de la pareja rota que tiene complemento en la tibia “Por ti”, primera que canta Belly en la carrera del cuarteto, y “Solo el cielo” incorpora unos efectos de distorsión de la voz (vocoder o Auto-Tune) que resultan inéditos. Más reconocibles dentro de su canon tradicional son la fibrosa “A contraluz” y la sugerentemente neworderiana “Materia oscura” (sí, de nuevo ellos, en un estilo cercano a su fase “Get Ready” –2001–, y también la sombra de The Human League en su descorche, pese a que citen a Parálisis Permanente en su letra), dos piezas de pop electrónico de amplio espectro que apuntalan lo que decíamos: una obra que se sitúa en un sagaz punto medio entre lo que siempre han sido y aquello a lo que apuntan. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados