Álbum

Drake

Honestly, NevermindOVO-Republic-Universal, 2022

Que Drake es una categoría en sí mismo dentro del rap es una obviedad tan grande como afirmar que el agua moja. El de Toronto ha conseguido cabalgar contradicciones y derribar mitos con una fórmula sencilla, pero para nada simple: una capacidad superlativa para producir hits (especialmente con la mira puesta en redes sociales), olfato para el marketing y saber a qué (o quién) ascua arrimar su sardina y buen gusto a la hora de construir álbumes. Todo ello le ha permitido lograr estar presente en el debate de mejor rapero con la fórmula menos rapera nunca concebida. Pero ¿sigue siendo esto cierto?

La respuesta a esta pregunta puede pasar por Honestly, Nevermind, que, lanzado por sorpresa y seguramente con alevosía, se presenta como un intento de sacarse la más que posible espina clavada tras su “Certified Lover Boy” de 2021 (un disco que tuvo más ruido alrededor que chicha en su interior), y por eso nos encontramos ante todo lo contrario respecto a su última referencia. Un disco ambiental y electrónico en el que Drake intenta brillar en solitario a la vez que rehúye el protagonismo exagerado del ego rapero (tanto formal como estéticamente, pues incluso desaparece de la parte vocal por tramos). No es que coquetee con otros géneros, es que el rap es algo puntual.

El problema de este disco es que sus intenciones son buenas, pero no logra nada de lo que se marca en la hoja de ruta prevista. No nos cautiva por lo melódico e instrumental; y es que acercarse a otros palos como el house, el Jersey club, la EDM, o introducir sutiles matices de R&B o incluso de ritmos caribeños no es suficiente en 2022. No nos lleva por caminos inesperados, pues en demasiadas ocasiones nos encontramos con un Drake que nos recuerda a otros Drake que ya hemos visto (y eso, en un artista que nunca ha sido el primero a la hora de explorar horizontes, es como decir que estamos ante una copia de una copia). Es en la producción ejecutiva, también firmada por Drake –entre otros– donde encontramos más argumentos, pues se agradece que un proyecto que tendrá tanto impacto intente ser diferente. Y realmente nos hallamos con una coherencia conceptual, una cohesión y un afán por rehuir la misma fórmula. Pero intentarlo no siempre es suficiente.

Seguramente el mayor problema con este álbum sea una cuestión formal, especialmente en materia del etiquetado. Poco antes del lanzamiento de este LP comenzaron a circular por internet rumores sobre la posibilidad de que Drake bendijera a sus oyentes con una mixtape veraniega. Ese es el mejor resumen de este “Honestly, Nevermind”. Se trata de un producto correcto, disfrutable por supuesto, y podríamos hablar incluso de un notable acierto si estuviésemos tratando con una mixtape. Pero el nivel de debate en el que se encuentra Drake es ya el de los mejores, y eso implica que un trabajo que va a engordar su catálogo discográfico debe ser algo más trascendental.

Eso no es óbice para que a lo largo de “Honestly, Nevermind” nos encontremos con momentos estelares, como pueden ser cortes como “Sticky”, “Liability” o “Jimmy Cooks”, la única colaboración nominal del álbum con un 21 Savage superlativo. Precisamente este último tema es el más what if del disco. Una canción atípica en el contexto del LP, gracias a un ritmo modelado a golpe de 808 que introduce la obligatoria cuota de trap de Atlanta en medio de un contexto housero. Que nadie nos malinterprete, pues un temazo nunca sobra y menos a modo de cierre. Pero desentona en cierta medida con el mood general y nos hace preguntarnos cómo habría sido un disco que deambulase por esta senda.

Pero que nadie se lleve a engaños: “Honestly, Nevermind” es disfrutable y agradable de escuchar; aunque de la misma forma que entra fácil se diluye en el olvido. ¿Es eso malo? En absoluto (bienvenido sea el arte nacido para entretenernos y ya). Pero tampoco empuja a Drake un escalón más arriba en la pugna por ser el mejor de todos los tiempos. ∎

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