Álbum

Duster

In DreamsNumero Group, 2024

Espoleados por la expectación que generó en la comunidad slowcore su notable retorno en 2018, tras 17 años de hiato, Duster prosigue con su segunda remesa de LPs. En esta ocasión, uno nuevo que va a contentar con creces a sus acólitos de toda la vida. Para ello, no han tenido más que mantener su receta equilibrada entre un suave groove cosmic rock y una pausa slowcore que bebe tanto de la tradición de los The Cure de su trilogía siniestra como de la gran tradición slowcore norteamericana facturada en la primera mitad de los años noventa.

Lo suyo es la propensión a las cicatrices abiertas que dejan sus himnos de amor, decepción y engaños, como en “Poltergeist”, uno de los puntos fuertes de este trabajo que, para qué engañarnos, pisa sobre seguro y funciona.

Su continuo fluctuar entre la luz y la oscuridad prosigue con sus ingredientes habituales a través de un ejercicio de estilo ingrávido con el tiempo. En realidad, ¿para qué? El ahora dúo, conformado por Clay Parton y Caanan Dove Amber (tras la marcha del batería Jason Albertini), es plenamente consciente de lo que es capaz de ofrecer desde su zona de confort.

Una nana como “Quiet Eyes” es un ejemplo sobresaliente de la capacidad del grupo californiano para emocionar desde el credo sagrado de Codeine, pero también desde el dolor melódico que supuran los primeros Red House Painters.

Precisamente, “Quiet Eyes” es la puerta de entrada a un recorrido de trece canciones donde el pulso de la inspiración sufre algún que otro altibajo, pero no tantos como para hacernos perder el interés de sus notables odas a la ortodoxia slowcore. En realidad, no sobra nada, pero dos o tres canciones menos, de “Black Lace” en adelante, habrían sumado graduación a la intensidad general del trayecto.

Quizá el mayor problema de este disco y el de Duster, en general, es la falta de matices en la voz de Parton, cuya forma de cantar está demasiado anclada a los arquetipos atmosféricos dictaminados en toda inclinación musical hacia la ensoñación pop.

Aun así, sería de necios negar, a pesar de la falta de personalidad general de la fórmula desarrollada, lo bien que funciona el amplio rompecabezas de pinceladas referenciales con las que juegan en todo momento. Un cuadro sónico zurcido con todos los elementos que saben enganchar a todos los amantes de un estilo de música que, con el paso de los años, se ha convertido en un sostén atemporal ajeno a todo lo que sucede a su alrededor. Un reducto estilístico que se hace más fuerte que cualquier otro del panorama pop por su relación intrínseca con la evasión onírica. Y en este sentido, “In Dreams” no podría tener un título tan consecuente con unas propiedades que, por ya conocidas, no dejan de ser notablemente sanadoras y válidas. ∎

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