El compositor madrileño Eduardo Polonio (1941-2024), fallecido hace poco más de un mes, era considerado como el auténtico pionero de la música electrónica y electroacústica española. Abandonó sus estudios de ingeniería de telecomunicaciones –que le aportarían una base teórica fundamental– para entrar en el Conservatorio (de donde saldría en 1968 con el título de profesor de composición), pero completó su formación asistiendo entre 1966 y 1970 a los famosos cursos de verano de Nueva Música de la localidad alemana de Darmstadt (de hecho, participó como pianista en el estreno alemán de “In C” de Terry Riley, dirigido por Earle Brown) y de allí regresó un hombre nuevo.
Polonio formó parte de grupos de creación contemporánea como Koan, Alea y Phonos, pero lo fundamental acerca de él es que fue el primer compositor surgido del ámbito académico que hizo “de la electroacústica su hogar y no –como ha sido habitual– un lugar de paso”, como lo definió en “La mosca tras la oreja” (Ediciones y Publicaciones Autor, 2009) otro gran compositor libérrimo, Llorenç Barber. Polonio fue, también, un compositor más comprendido en el terreno de los músicos de rock de vanguardia que en los cenáculos de la música “seria”. Por eso se preocuparon de publicar sus discos compañías como Discos Esplendor Geométrico –“Bload Stations * Syntax Error” (1987)– o Nuevos Medios –“Cuenca” (1988)–, además de figurar en numerosas recopilaciones, como el libro-disco de Jaime Gonzalo “La Ciudad Secreta. Sonidos experimentales en la Barcelona pre-olímpica 1971-1991” (Munster, 2013), en donde figuraba “Me voy a tomar el Orient Express”.
La triste casualidad ha hecho que haya sido ahora, después de su fallecimiento, cuando ha aparecido “Obra electroacústica 1969-1981”, el álbum doble (en vinilo) que se venía gestando desde hace varios meses y que recoge ocho piezas –fundamentalmente de sus inicios– seleccionadas por el propio Polonio, y remasterizadas por Víctor Aguado –presidente de la Asociación de Música Electroacústica y Arte Sonoro de España (AMEE), de la que Polonio fue, en 1987, uno de sus fundadores (y su presidente entre 1988 y 1994)– para el sello peruano Buh Records (el nombre de la compañía, fundada en 2004, hace referencia a la onomatopeya que se suele emplear para asustar y vendría a significar que publica “música para asustar”, aunque con Polonio no viene al caso). En el título del disco aparece 1969 porque, aunque sus primeras composiciones datan de 1965, estas fueron escritas para instrumentos acústicos, mientras que es en 1969 cuando empieza a trabajar en composiciones electroacústicas, el mismo año en el que funda el grupo Alea Música Electrónica Libre, junto con el argentino Horacio Vaggione y el bilbaíno Luis de Pablo.
No hay nada inédito o desconocido en este recopilatorio: todo se había podido escuchar en grabaciones anteriores –dos de ellas, “Para una pequeña margarita ronca”, de 1969, y “Flautas, voces, animales, pájaros, sierra, la fragua de protones, trompetas, frialdad con sangre, arpas judías, trompetillas, agua, agujero negro”, de 1981, la más “reciente” de las ocho, figuran en el citado álbum “Cuenca”, y todas, salvo “Rabelaisiennes”, se encontraban en “Edición antológica 1969-2014” (Ars Harmonica-Luscinia, 2015)–. Lo que sí es cierto es que esta muestra representativa de sus primeras obras electroacústicas está disponible por primera vez en formato vinilo.
El disco recoge solo una breve muestra de la numerosa obra de Polonio y señala “las diversas direcciones por las que ha ido su trabajo, tanto en la exploración de electrónica más minimalista como en sus conexiones con la psicodelia”, como explica Luis Alvarado, el dueño de Buh Records, “desde la crudeza electrónica de ‘Para una pequeña margarita ronca’ hasta la sutileza tímbrica de ‘Flautas, voces, animales, pájaros…’”. Además de estas dos obras, el disco se compone de piezas muy tempranas, previas a la aparición de la música repetitiva en su modo de componer. “Oficio” (1969) es una improvisación grabada en tiempo real con dos generadores de baja frecuencia y un amplificador de guitarra eléctrica modificado para modular el sonido, y “Rabelaisiennes” (1969), para guitarra preparada, cultiva por su parte el minimalismo sin obedecer, en cambio, a ningún patrón rítmico, melódico o armónic, y podría semejarse a determinadas piezas, también posteriores, del Fred Frith más experimental. Pero desde 1970, la repetición característica del minimalismo estadounidense va a ser la tónica dominante: “Continuo” (1970) es una composición para guitarra y bajo eléctricos grabada en directo en la galería de arte madrileña Juana Mordó, que nos sumerge en una especie de rock psicodélico à la Pink Floyd y anticipa (¡siempre anticipa!) la música ambient; “El reclinatorio en el tejado de la lejana abadía” (1971) es una pieza repetitiva formada por dos melodías superpuestas que podríamos considerar como uno de sus auténticos hits, adelantado en el tiempo a lo que poco después empezarían a hacer Kraftwerk en Düsseldorf; “Me voy a tomar el Orient Express” (1974) es una obra formada por un reiterativo patrón de clara inspiración ferroviaria inspirada en la actuación de Steve Reich & Musicians en los Encuentros de Pamplona de 1972 (en donde él también intervino como Alea); “Valverde” (1981) es una versión para guitarra eléctrica (interpretada por el músico –y cirujano– barcelonés Josep Manuel Berenguer, presidente de Honor de la International Conference Of Electroacoustic Music del CIM/UNESCO) de “Acaricia la mañana”, una pieza repetitiva compuesta originalmente para guitarra flamenca, y que es un fascinante estudio microscópico de la forma tan característica con que terminan los compases de bulerías con la guitarra flamenca.
Para los interesados en la figura de Polonio, además de su web (www.eduardopolonio.com) recomiendo dos libros: “Eduardo Polonio. Del serialismo al multimedia” (World Edition, 2021), que va acompañado de un CD que recoge sus obras más recientes (2015-2021) y que es, de alguna manera, la continuación o actualización de su “Edición antológica 1969-2014”, y “Las matemáticas, la música y el músico (yo)” (EdictOràlia Música, 2023). No hace falta que me lo agradezcáis. ∎