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Eels

EELS TIME!E Works-[PIAS] Ibero América, 2024

Puede que nunca una portada y un título de un disco de Eels engañasen tanto sobre su contenido. Su imagen, con Mark Oliver Everett dando una patada al aire en un concierto, y su título (a primera impresión, “¡EL MOMENTO DE EELS!”, así en mayúsculas) nos hacen pensar en un trabajo vibrante, eufórico, eléctrico.

Y es todo lo contrario, como queda patente cuando uno le da al play y comienzan a sonar los primeros acordes, acústicos y aplacados, de “Time”. Mr. E comienza ahí encadenando algunas barras ingeniosas que, de alguna manera, repasan la historia del rock. Time, it’s all about time now / Tick-tock I rock, but then I look at the clock / Knock-knock, who’s there?”. En su desarrollo ya plasma de qué va el rollo de este decimoquinto álbum: cómo encarar su preocupación por el paso del tiempo. Por la cuenta atrás y la proximidad más cercana del final. Un tema clásico en el arte y, en general, en la filosofía y en todo lo que concierne a la existencia humana, que, en el caso personal del autor, viene provocado por la pandemia y, sobre todo, por una operación de aneurisma aórtico a vida o muerte. Para celebrar la nueva oportunidad que la Dama de la Guadaña le ha concedido, reunió a músicos amigos como el habitual Koool G Murder, además de Ryan Boesch, Sean Coleman y un inesperado Tyson Ritter (The All-American Rejects), quien también figura como coautor en cuatro temas de este nuevo álbum.

La singular y turbulenta vida de Everett está muy bien documentada en su aclamado libro autobiográfico “Cosas que los nietos deberían saber” (2008) y, como podemos comprobar a tenor del anterior párrafo, esta ha seguido siendo muy intensa. Pero, en realidad, la obra discográfica que ha entregado no se corresponde con lo que se podría esperar de tales vivencias. En este “EELS TIME!” sería razonable aventurar un material de altísima intensidad emocional, entre la tragedia y la épica, pero lo que uno se encuentra es un disco muy sosegado, reflexivo pero sin pasarse, en el que convive su humor sardónico (atención a “Goldy”, canción de amor que dedica a… su pez) con canciones de inocencia casi infantil como, por ejemplo, las deliciosas “Sweet Smile” y “I Can’t Believe It’s True” o la luminosa despedida que supone “Let’s Be Lucky” (“It’s a bummer / but it’s still summer”, canta ahí).

E se apoya en recursos instrumentales siempre bien dosificados, entre lo acústico, lo electrónico y el señuelo orquestal, y canta con una voz entre rota, vulnerable, cercana y distante. Pero, en realidad, esta colección de doce canciones es también irregular. No todos los temas emocionan, algunos aburren o decepcionan, aunque eso viene a ser lo que personalmente me sucede con casi todo el material entregado por Eels en este siglo. Contabilicemos a su favor otro dato que va a la contra de los tiempos actuales: lo prolífico de sus entregas (va a un álbum cada dos años desde “The Deconstruction”, de 2018) y, en comparación a su obra más reciente, bien podría decir que es su mejor colección de canciones desde “Tomorrow Morning” (2010). Vale la pena que le dediquen un poco de su tiempo. ∎

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