Álbum

Eiko Ishibashi

Evil Does Not ExistDrag City, 2024

Imágenes iniciales con la cámara recorriendo en contrapicado las copas de los árboles de un denso bosque, con el cielo luchando para aparecer en el encuadre. Un filme sobre la dialéctica campo-ciudad, entorno rural-entorno urbano, a través de la construcción de un glamping, un camping de lujo en el que los tokiotas van a sentirse en contacto con la naturaleza despreocupados por cómo esa construcción alterará y afectará al medio ambiente. Esta es la temática en apariencia central de “El mal no existe” (2023) de Ryūsuke Hamaguchi. Para esas imágenes iniciales, que son poéticas, apacibles y misteriosas al mismo tiempo, Eiko Ishibashi ha compuesto un tema igual de delicado y serpenteante, que se inicia con unos arpegios de guitarra post-rock (cortesía de su pareja y colaborador habitual, Jim O’Rourke) y un juego de platillos de la batería, de inmediato silenciados por una sección de cuerdas que bascula, también, entre contrarios, lírica y enigmática, con ligera rememoración del minimalismo repetitivo de los años ochenta.

Esta pieza de apertura es la variación número dos del tema que da título al filme. La siguiente, bien distinta, atañe a uno de los personajes principales de la historia, la adolescente Hana: la música de este fragmento equivale a la mirada inocente y curiosa de la joven, ya que las cuerdas emprenden un relato musical distinto lleno de interferencias electrónicas. Para “Fether”, más breve, se impone una introspección al piano. El juego líquido de los platillos de Tatsuhisa Yamamoto (quien también toca regularmente con Ishibashi y O’Rourke) reaparece en los compases iniciales de “Smoke”, que es un tema entre post-rock y jazz. “Deer Blood” es una preciosa repetición circular con violines, violonchelo y distantes vientos. “Missing”, presentada aquí también en su versión número dos, funde un monocorde recitado femenino con una paisajística fantasmal de la sección de cuerda y un piano críptico y disonante, en consonancia con el extraño pliegue argumental que procura entonces la película, con la desaparición en el bosque y las imágenes de un ciervo casi sagrado. Y como todo círculo, el disco se cierra con la primera versión del tema “Evil Does Not Exist” sin la introducción con guitarra y batería.

Cada una de las composiciones de Ishibashi “cuenta” lo que la cámara captura: en acertadas palabras en la revista digital ‘Pitchfork’, los sonidos musicales transmiten la sensación de la naturaleza suplicando por su vida, para que la dejen existir tal y como siempre lo ha hecho. De ahí la tensión en abismo de “Smoke”, por ejemplo, o el lamento por el ciervo herido. Ishibashi y Hamaguchi se entienden bien. Ella le compuso la música de su anterior largometraje, “Drive My Car” (mejor película de 2022 en Rockdelux), y el argumento de “El mal no existe” surgió de una conversación entre ambos sobre la relación imposible de la gran ciudad con la naturaleza. Paralelamente a “El mal no existe”, desarrollaron “Gift” (2024), un proyecto que nació como una colaboración del cineasta para un concierto de la compositora y ha terminado convirtiéndose en un largometraje mudo que solo se presenta con música en directo interpretada por Ishibashi. ∎

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