Con sus primeros EPs de 2012 y 2013 quedó claro que a Tahliah Debrett Barnett había que darle de comer aparte. Su voz, su look y su sonido apostaban por alumbrar unos mundos intransferibles entre la electrónica aventurera y la
torch song alienígena. Puro pop del siglo XXI que la británica rubricó con honores con la edición en 2014 de
“LP1”, uno de los discos-foco para definir la década que ya se acaba. El sonido de los cuarenta minutos de ese álbum reforzó los cimientos de una autora con visión y ambición dispuesta a seguir únicamente el camino que le marcara su cerebro (y su corazón). Un disco, además, que contó con aportaciones de algunos de los diseñadores de sonido más relevantes del momento: ahí están Arca, Clams Casino, Dev Haynes y Sampha, por ejemplo.
El pequeño huracán que provocó “LP1” –presente en prácticamente todos los resúmenes de ese año de “lo mejor de...”; nominación al Mercury Prize– puso los focos mediáticos sobre el personaje/persona de
FKA twigs, algo que su relación sentimental con el actor Robert Pattinson ayudó a magnificar.
Tras el álbum apareció el EP “M3LL155X” (2015); y después, el silencio. Y una larga etapa de turbulencias emocionales en la vida de nuestra protagonista: su ruptura en el verano de 2017 con Pattinson y una intervención quirúrgica en 2018 para extirparle seis tumores benignos del útero. Nubes negras asediando el reino de Tahliah que la de Cheltenham disipa y conjura en
“MAGDALENE”, una segunda entrega larga todavía más concisa que el álbum de debut –el nuevo no alcanza los treinta y nueve minutos– que encapsula en sus diez canciones toda la zozobra vivida en los últimos años.
Un disco que no se desmarca del terreno del predecesor –canciones turbadoras de perfil vanguardista–, pero que afina sus contornos con una carga de introspección dolorosa que descorre las cortinas de su espectáculo –el componente teatral y visual, imprescindible en la obra de la artista– para dejarnos observar desde primera fila las cicatrices de su particular pasión: no es casual que el título haga referencia a María Magdalena, uno de los personajes bíblicos más malinterpretados y peor tratados por la historia del cristianismo.