Álbum

Gazella

VíasFoehn, 2025

Gazella viven un momento dulce. Se puede observar en sus directos –se encargaron de abrir tres de los conciertos que Dean Wareham dio en España el pasado mes de abril–, pero también en su segundo álbum, el supuestamente “difícil” según los cánones del rock. Solo que los valencianos lo han complicado todavía un poco más y en lugar de afianzar un sonido determinado, más rock si cabe –esta habría sido la vía más sencilla–, eligen probar diferentes caminos en su desarrollo como banda –evidentemente, el título que han elegido no es pura casualidad–. Lo hacen recurriendo a un repertorio estilístico bien conocido, podría decirse que viejuno, con elementos de shoegaze, post-rock, ritmos motorik, dream pop, rock psicodélico, indie pop o el amplio espectro de la electrónica de los noventa. Sin embargo, la receta de Gazella funciona, quizá debido a su empeño en eludir categorizaciones buscando un equilibrio entre cohesión sonora y experimentación.

Da la impresión de que Gazella prefieren grabar todos los sonidos al mismo nivel, incluida la voz de Raquel Palomino. El resultado es una mezcla reverberante, pero nada enmarañada, que no renuncia a las melodías y a una introducción constante de colores diversos que sabe sortear los peligros –sobre todo la dispersión– de un eclecticismo excesivo. Un buen ejemplo de ello sería la atmosférica “Ábalo”, cuyas armonías vocales sesenteras y palmas flamencas casan a la perfección con su semejanza a My Bloody Valentine. “Vías” tiene la rara propiedad de no repetir el mismo esquema prácticamente en ninguno de sus nueve cortes, sin desgastar por ello la personalidad del grupo. Otra muestra es “AL2”, una pieza de electrónica “impresionista”, parecida a lo que hacía Vini Reilly en Durutti Column, donde prevalece esa refrescante sensación de apertura tan propia de Gazella.

Pero el álbum empieza con “Volver”, que no es una versión del tango de Carlos Gardel sino una sugestiva mezcla de jazz, cajas de ritmo “cafetera” a lo Suicide y Dream House, seguida del drum’n’bass y las texturas freestyle de “Cielo gris”, la guitarrística “Solsticio”, que suena de nuevo a los Durutti Column de la segunda época con aquellas vocalistas femeninas, y un número a lo Slowdive como “Kim y Jimmy”. Pero lo mejor del disco llega con “Vía”, un post-rock evolucionado con sintetizadores ambientales que firmaría el mejor David Pajo, la orientalizante “Aracea”, donde la forma de tocar el piano eléctrico recuerda a Ray Manzarek en “Riders On The Storm”, y la aún más catártica “Un lugar”, el corte más extenso del disco. Aseguran que las letras salen después de la música aunque no es sencillo saber de qué hablan, probablemente de sentimientos y sensaciones –¿de qué si no?–. Pero no es lo más importante en un disco que arriesga y expande el sonido de un proyecto que aún indaga en su identidad sin perder la inspiración en el empeño. ∎

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