A estas alturas de la película no vamos a descubrir la excepcionalidad de
Hidrogenesse, pero el hecho de que su nuevo álbum esté completamente inspirado por la figura de Alan Mathison Turing (1912-1954) reafirma una vez más la absoluta singularidad de la alianza formada por Carlos Ballesteros y Genís Segarra.
“Animalitos” (2009) ya fue una cumbre del pop hecho aquí, otro disco conceptual donde las relaciones humanas se analizaban desde el prisma zoológico (o viceversa) y la constatación definitiva, para los escépticos, de que Hidrogenesse era algo más, bastante más, que un mero
spin off de Genís en los (largos) silencios de Astrud.
No vamos a dar una lección de historia sobre Turing, únicamente apuntar que el británico es una de las figuras determinantes del siglo XX, imprescindible en la construcción del concepto de las computadoras y la inteligencia artificial y artífice clave en descifrar el código Enigma, utilizado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Su homosexualidad, perseguida y castigada (castración química), lo abocó al suicidio el 7 de junio de 1954. Tenía 41 años. Si quieren más, recurran, en castellano, a “Alan Turing. El hombre que sabía demasiado” (David Leavitt, 2006); en inglés: “Alan Turing: The Enigma” (Andrew Hodges, 1983).
Trágica, romántica y genial, la figura de Turing estructura estas siete nuevas canciones (más una lectura actualizada de
“Un mystique determinado”, con bocinas a cargo de Roc Jiménez de Cisneros) que rememoran algunos de los momentos clave en la vida del matemático. No es, por supuesto, una biografía al uso; al contrario: Hidrogenesse recogen ecos y retazos para hablar de los temas que siempre están presentes en sus canciones: el amor y su contrario, lo público y lo privado, el individuo y la colectividad, lo frívolo y lo profundo.