Holly Herndon defiende un abordaje crítico de la tecnología. Para imaginar nuestro futuro, dice, debemos crear nuevos sonidos, remar contra la marea nostálgica del pop actual y cuestionar las implicaciones a las que nos arrastran las redes sociales, supuestamente utópicas pero dominadas por el mal del capital. Así lo sugería en
“Movement” (2012) y en
“Platform” (2015), ejercicios de calentamiento en los que nos enseñó a monitorizar los sonidos del cuerpo o a cuestionar su privacidad en internet.
Para
“PROTO”, base de trabajo de su reciente Doctorado en Musicología en Stanford y su manifesto más letrado hasta la fecha, las tesis avanzan hasta preguntarse: ¿servirán nuestras interacciones en las redes para moldear las inteligencias artificiales del futuro? Para hallar la respuesta creó a Spawn, un robot de quien poder observar su proceso de aprendizaje y error como intérprete. Así, en
“Birth” lo vemos ensamblar sus primerizos tartamudeos, en
“Evening Shades” pone en evidencia su capacidad para cantar en coro y en
“Godmother” comprobamos cómo erra el tiro al responder a ciertas percusiones servidas por la ametralladora footwork de Jlin.
En “PROTO” interesan, pues, no tanto las habilidades de Spawn para replicar voces, sino sus aptitudes para sumar algo a ellas. Redefiniendo con severidad las teorías del folk y la electrónica, el álbum navega deliberadamente por esa metodología del equívoco, de lo feo. Herndon va más allá y subraya contrastes al someter al robot a pruebas en las que le manda emular cantos y escalas tradicionales. Si
“Canaan” revisa el himno irlandés del siglo XIX “Parting Friends”,
“Crawler” adquiere forma de salmo y
“Frontier” suena atávica y espinosa, cercana a Richard Dawson. El resultado es intrincado y fascinante, una fricción de lo poshumano con lo espiritual por momentos confusa (
“Eternal”), pero también rayana en una belleza armónica digna de Julia Holter (
“SWIM”). ∎